Éste es un debate eterno porque ante la sensación muy generalizada por parte de la clase media que se paga mucho, existe la réplica gubernamental y de un sector de economistas argumentando que nuestra presión fiscal, medida en el porcentaje que significa el total de la recaudación sobre el PIB, es inferior a la media europea. Pero, ¿realmente es así? ¿Hasta qué punto esa magnitud expresa lo que realmente pagamos? Algunas consideraciones estadísticas y el reciente informe del Instituto de Estudios Económicos sobre Competitividad Fiscal 2022 señala una situación muy distinta.
Pero, antes de entrar con lo que presenta este informe, recordemos una evidencia olvidada. Todo lo que sea trabajar en valores medios, que es lo que se hace habitualmente, comporta imágenes engañosas. Para entendernos, si hay 2 personas, una se come un pollo y la otra no come nada, la media de las 2 personas es medio pollo por cabeza. Resulta mucho más esclarecedora la mediana, que señala el valor más central de toda la distribución y aún más el valor más frecuente.
Hecha esta consideración, entramos en lo que nos dice el informe. Éste valora varios aspectos y uno de ellos es la presión fiscal normativa que señala lo que recaudaría según lo legislado el sistema impositivo de cada país con independencia de la recaudación real que obtenga. Lo hace tomando como media la UE con un valor 100. En este caso, España se sitúa muy arriba, en 5ª posición con un índice de 116,4. Por delante solo están Francia, Italia y Portugal y justo por detrás de Dinamarca. Aquí ya tenemos una primera consideración, lo legislado en España implica una recaudación alta en relación con lo que es la media de la UE.
Si esto no se traduce en una mayor recaudación es sencillamente porque hay mucha gente que no paga lo que le tocaría o sencillamente no paga nada. En otras palabras, los cumplidores pagan mucho y quienes se hacen el listo, evidentemente, pagan poco. Pero esto no significa que la presión fiscal sea baja, sino que existe una gran ineficacia de la acción de hacienda. Porque, en realidad, España realiza un esfuerzo que es un 16,4% superior al de la UE.
Un segundo indicador es el denominado esfuerzo fiscal, que es la relación entre la fiscalidad y la renta del país, y que nos dice que evidentemente no tiene las mismas consecuencias una determinada presión “x” si la renta es mayor o si es más baja . el pellizco en términos reales será mayor cuanto menor sea la renta. Y como la de los países europeos varía sustancialmente de uno a otro, es bueno tenerlo en cuenta. Tomando como media a la UE, España tiene un índice de 152,8%. Es decir, nuestro esfuerzo fiscal es un 52,8% mayor que la media europea.
Si hacemos el ejercicio de relacionar ambos indicadores, la presión fiscal normativa anteriormente explicada, con éste del esfuerzo fiscal, podemos entender muchas cosas. Por ejemplo, la media de los dos indicadores es para España de 134,6, el cuarto más alto de la UE, encabezada por Polonia con 184, Portugal 151 e Italia con 138,8. ¿Y qué ocurre con Dinamarca, que como otros países nórdicos es para muchos un modelo de presión fiscal distributiva? Hemos visto que este país presentaba una presión fiscal normativa por debajo de la española, pero también superior a la media de la UE (115,9%), un valor cercano al nuestro. Pero cuando esto lo trasladamos al esfuerzo fiscal, es decir, lo relacionamos con la renta de los daneses, resulta que su esfuerzo es sólo del 85,8 y el resultado conjunto nos da un valor de 100,8, es decir, alineado perfectamente con la media europea, mientras que España se sitúa 34,6 puntos por encima.
Si a este hecho le añadimos que la cuña fiscal, una de las más elevadas, y que suma la presión fiscal con lo que nos paga la Seguridad Social, y consideramos que la presión fiscal pura y dura, tal y como se mide en proporción al PIB, se ha multiplicado en los últimos años, resulta que para 2022 la presión fiscal se ha situado en un 42,1, ya ligeramente por encima de la media europea.
Si con todas estas cifras y consideraciones no se llega a la conclusión de que pagamos demasiado, entonces es que algo grave falla. Y a todo esto hay que añadir un último punto. En condiciones de normalidad, es decir, no las del año 2020, las prestaciones públicas que reciben el 60% de los hogares por todos los conceptos superan los impuestos que pagan. Esto significa que el 40% de la población es lo que paga el conjunto, porque es lo único que hace un balance neto entre esta aportación fiscal y lo que recibe de prestaciones del estado.
Conclusión: no solo existe una presión fiscal elevada, sino que ésta recae sobre el conjunto de la clase media que es la que mayoritariamente corresponde a dicho 40%.