El escándalo de haber censurado una tradición tan arraigada en Catalunya como es el pesebre, por decisión de la mesa del Parlament, es una alerta más que nos dice quién manda en Catalunya y cómo piensan.
Su actitud solo es comprensible ante una fobia extraordinaria por todo lo que sea un símbolo cristiano, a pesar de que éste esté tan integrado en nuestra vida cotidiana que, sin perder su sentido religioso por quienes tienen fe, posee una profunda dimensión tradicional y cultural.
El problema de estas actitudes es que revela una vocación censora llevada a cabo de acuerdo con sus ideologías tan importante que, ni siquiera respeta lo que forma parte de las costumbres de nuestro país, y que esto lo hagan precisamente los que teóricamente nos representan a todos es un grave problema. Que además, argumenten que lo hacen en nombre de la laicidad agrava la cuestión porque este concepto en Europa solo existe en el caso francés, pero no en los demás países, y en el nuestro en concreto, ni forma parte de la Constitución ni de el Estatuto.
Lo que sí impera en nuestro país desde la perspectiva de las leyes fundamentales es la neutralidad desde el punto de vista confesional; es decir, que las administraciones no tienen una confesión religiosa, pero al mismo tiempo, tal y como explicita la Constitución, las reconocen y valoran positivamente a todas ellas y específicamente a la religión católica. Por tanto, desde el punto de vista institucional, el Parlament ha cometido un acto fraudulento fundamentándose en un principio que no tiene cabida en nuestro ordenamiento constitucional y autonómico.
En las explicaciones que dieron posteriormente, los responsables de esta fechoría argumentaron que, además, la cuestión se había solucionado por unanimidad en la mesa del Parlament. Y ésta es la cuestión. ¿Quién compone esta mesa?
Pues, la vicepresidenta primera en funciones de presidenta, Alba Vergés de ERC, la vicepresidenta segunda, Assumpta Escarp del PSC, el secretario primero, Ferran Pedret también del PSC, la secretaria segunda, Aurora Madaula de JxCat y que pertenece al ala más partidaria del feminismo y de las identidades LGBTI, el secretario tercero, Carles Riera de la CUP y Rubén Wagensberg de ERC.
Para redondear quien manda en Catalunya, ERC, la CUP, PSC, una guinda de JxCat, ahora ya ajena a los órganos de poder, y los Comuns, que si bien no están presentes en la mesa, son el aliado natural del partido socialista.
El desequilibrio con lo que es el aspecto político común en Europa es evidente, porque todas estas formaciones van de la extrema izquierda a la izquierda socialista. Y claro, éste no es ni mucho menos el panorama común en nuestro mundo. Por tanto, Cataluña vive inmersa en una anomalía política extraordinaria y haríamos bien, todos los ciudadanos y especialmente los dirigentes económicos, sociales y culturales, en preguntarnos por qué se da esta situación y cómo ha sido posible llegar a ella. Y también, porque es lo más decisivo, si no necesario, adecuarnos también en este capítulo a la escala europea, porque hay que decir que, al mismo tiempo que estas fuerzas son las que cortan el bacalao en Cataluña, la dinámica de nuestro país desde todos los puntos de vista está siendo francamente desafortunada; para ser más concretos, regresiva.