Hace tiempo que todas las instancias catalanas, las políticas, pero también las de las instituciones sociales, económicas y culturales, la propia actividad económica, han perdido peso en España.
El último hecho en este sentido corresponde a la fallida intervención en las elecciones a la presidencia de la CEOE. Qué tiempos tan lejanos, los de la transición, cuando era un empresario catalán, Ferrer y Salat, quien presidía la principal organización de los empresarios españoles. Ahora, apenas se conserva un papel de segundo orden, que a veces parece más bien el de Pepito Grillo.
Se quiso evitar que en la patronal española hubiera una única candidatura encabezada por el actual presidente, Antonio Garamendi, y se promovió una alternativa con la idea de provocar una votación que evitara la aparente unanimidad. El resultado fue decepcionante, incluso contraproducente porque Garamendi ganó por 534 votos a 87; un 83% a 13%. Hubo además 14 papeletas en blanco y 8 nulas sobre un censo de 784 electores. Además 141 compromisarios no votaron por las razones que sea, porque no les gustaba ninguno de los dos o porque ya preveían el resultado.
Si Garamendi hubiera salido como candidato único, siempre podía quedar la sombra de si realmente tenía muchos o pocos apoyos. Ahora, con las elecciones ha quedado demostrada su fortaleza. La candidata surgida de la patronal catalana y el apoyo de Faconauto, organización empresarial a la que pertenece, fue nítidamente impulsada por Foment del Treball, aunque ahora se quieran mantener las distancias. Pero este mundo empresarial es demasiado pequeño para que no sea evidente la incidencia de Sánchez-Llibre, presidente de Foment del Treball, en esta operación para confrontarse con Antonio Garamendi.
El resultado es un gran fracaso, no solo por las cifras, sino porque parte de los empresarios catalanes votaron por la opción Garamendi, incluso algunos que están asociados a Fomento, aunque la mayoría de estos votaron por la alternativa Virginia Guinda. El hecho ilumina el escaso peso que la actual e histórica organización patronal catalana tiene sobre el empresariado español.
La situación histórica se ha dado la vuelta y también forma parte de la historia de fracasos y declives que Cataluña experimenta a lo largo de este siglo y que de hecho, se quiera o no, vienen a coincidir con la desaparición de Pujol y de las generaciones de la misma edad o más jóvenes que en varias instancias del país le acompañaban.
Los núcleos actuales dirigentes de Cataluña manifiestan en todos los planos, basta con ver el escaso relieve que posee hoy en día el Círculo de Economía, una pérdida de dignificación y de capacidad de actuación notabilísima, a la que se le añade la toma de decisiones absolutamente equivocadas que van desde las más dramáticas, como el equivocado pulso del proceso que inició Artur Mas, hasta la decisión de Foment de presentar una alternativa a Garamendi, porque si no lo hubiera hecho la situación de declive sería la misma, pero al menos no sería tan visible, y es precisamente la visibilidad de nuestras debilidades y quiebras el hechoque las acentúa y agudiza hasta devolverlas críticas.
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