Si no fuera por la ingente riqueza acumulada por la exportación de hidrocarburos, Qatar sería hoy un país totalmente desconocido y, muy probablemente, paupérrimo.
Sin embargo, la exportación de petróleo y sobre todo el gas natural proveniente de sus excepcionales reservas submarinas han hecho del pequeño emirato (ocupa una superficie equivalente a una tercera parte de Catalunya) una potencia financiera de primer orden mundial.
Con este dinero, Qatar no sólo invierte en todo el mundo para incrementar aún más su riqueza, sino que es público y conocido que los emplea para propagar el islam en Europa, instaurar regímenes islamistas en Oriente Medio y promover a los Hermanos Musulmanes. Una red integrista cuyo objetivo es, según los servicios de inteligencia belgas, “ islamizar progresivamente a la sociedad europea en todas sus vertientes”.
Es este el país que acoge este año el Mundial de fútbol de la FIFA después de más de 10 años de polémica.
En 2010, cuando el consejo ejecutivo de la FIFA anunció la decisión, ya llovió un alud de críticas por haber escogido como anfitrión de la edición 2022 un país sin ningún tipo de tradición futbolística.
En 2015, el FBI norteamericano llevó a cabo una serie de detenciones en la cúpula de la FIFA por corrupción “rampante, sistémica y profundamente arraigada”, y este año el diario francés Le Monde ha publicado que la fiscalía francesa está investigando el papel del expresidente francés Nicolas Sarkozy para ayudar a Qatar a ganar su nominación para el Mundial.
Efectivamente, Qatar tiene lazos particularmente fuertes con los círculos de poder francés y es propietario del equipo parisino Paris Saint-Germain (PSG). Sarkozy es conocido por sus vínculos particularmente estrechos con la élite qatarí.
Por su parte, el polémico Sepp Blatter, presidente de la FIFA entre 1998 y 2015, ha reconocido recientemente en declaraciones a un diario suizo que la nominación de Qatar para acoger el Mundial 2022 fue «un error».
Pero los problemas del Mundial 2022 tan sólo empezaban con esa decisión.
Enseguida se puso en evidencia que el pequeño emirato practicaba violaciones sistemáticas de los derechos humanos y en particular sobre los numerosos trabajadores extranjeros que necesita el país, amparadas por el propio sistema legal y legislativo.
Los abusos cometidos por Qatar a sus inmigrantes, que incluyen la incautación sistemática de pasaportes, la ausencia de sindicatos o la falta de justicia y atención sanitaria, han sido tan notorios que el país ha acabado introduciendo algunos cambios legislativos, aunque muy tarde, en 2020.
De hecho, el gobierno de Nepal estima que cientos de sus ciudadanos, contratados como mano de obra extranjera para Qatar, han muerto en accidentes laborales o como resultado de falta de atención médica mientras trabajaban en la construcción de las infraestructuras faraónicas del Mundial.
Otro foco de polémica es la arbitrariedad manifiesta de las autoridades de Qatar. Un ejemplo: a un par de días de empezar el Mundial (cuando los cientos de miles de fans ya tenían sus billetes de avión), han dado marcha atrás por sorpresa y han prohibido la venta de cerveza en los alrededores de los estadios.
Esto después de que las propias autoridades garantizaran una excepción en la ley islámica que impera en el país y que prohíbe el consumo de alcohol en público.
Qatar también advirtió de que no tolerará comportamientos homosexuales durante el Mundial. Por mucho que la FIFA haya intentado tranquilizar a la opinión pública occidental en este aspecto, sus anuncios nunca han estado acompañados de una declaración de buenas intenciones del país organizador.
Por si fuera poco, la Unión Europea ha advertido a sus ciudadanos que viajen a Qatar que sobre todo no descarguen en sus teléfonos inteligentes las aplicaciones que el gobierno de Qatar ha preparado para el Mundial y que pide instalar a todos los turistas, puesto que implican gravísimos riesgos de privacidad. De hecho, ambas han sido catalogadas por los expertos como spyware (software espía).
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