Disponemos de un buen observatorio para contrastarlo, que es el Índice de Progreso Social en Europa considerado por regiones, lo que permite la comparación de Cataluña con el resto. A pesar de la importancia de este indicador, cabe decir que la Generalitat siempre ha vivido de espaldas a éste. Basta con recordar cómo recibió su primera versión, la del 2016, hecha pública al año siguiente, para constatarlo. Tiene su lógica porque los resultados son adversos para quienes gobiernan.
Ahora, con la versión del 2020, las cosas no han cambiado. En términos europeos, Cataluña presenta un índice de progreso social de 67,07 sobre 100 y se sitúa en el nivel medio-bajo del ranking, considerando que el bajo serían aquellos que están por debajo de los 50 puntos de índice. Peor que nosotros podemos encontrar las regiones italianas y griegas y la gran mayoría de las del Este de Europa con algunas excepciones en Polonia y claramente Chequia y Eslovenia. Pero en lo que respecta a Europa Occidental la situación es claramente peor. Incluso peor que la vecina región del Languedoc-Roussillon que presenta un índice del 70,53. Por tanto, primera conclusión a escala europea: nuestro balance es más bien magro.
Pero, ¿a escala española ? Pues tampoco es que tengamos un sitio destacado. Estamos por detrás de Cantabria, País Vasco, La Rioja, Navarra incluso Aragón, por décimas nos supera a la Comunidad Valenciana, pero esto no tiene demasiada significación. También nos superan Madrid, claramente Castilla y León, Asturias, Galicia. Somos, por tanto, la 11ª comunidad autónoma en progreso social. A escala peninsular nos vemos claramente superados por el área metropolitana de Lisboa. Esto profundiza aún más en la conclusión de la deficiente situación de progreso social según el índice europeo, que presenta Cataluña.
Una comparativa interesante es en relación con Madrid, la cual presenta un índice de progreso social por encima del catalán. Sin embargo, lo que resulta más interesante es comparándonos con la serie de indicadores que el índice utiliza. En lo global, Madrid está en el 69,7 sobre 100 y Cataluña en el 66,7. Sin embargo, esta ventaja se ve ampliada en algunos de los subíndices: en alimentación y salud, en acceso a las nuevas tecnologías, en sanidad, en educación avanzada y en tolerancia e inclusión. De hecho, nos supera en 2 de los 3 subíndices en los que se divide el índice de progreso social: el básico, en el que la Comunidad de Madrid alcanza 84 puntos y Cataluña 80, y el de oportunidades con una relación 62,6 por 57,5. Allí donde Madrid se muestra más fuerte está en el capítulo de educación avanzada, porque Catalunya dispone de sólo 57,1 puntos por 75,4 de Madrid.
De los 12 indicadores Madrid nos gana en casi todos salvo en dos, que mantenemos la igualdad, que son seguridad personal y conocimientos básicos, y se muestra sólo inferior en libertad personal y en calidad ambiental. Cabe decir que en este último aspecto la región de la capital de España presenta una situación devastadora con sólo 25,9 puntos, la de Cataluña es en esta relación claramente mejor, 42,9 puntos, pero en la comparación global está claro que es el indicador catalán que presenta peor resultado y también manifiesta una mala posición a nivel europeo.
Si en lugar de Madrid situamos a la comunidad vecina de Aragón, también nos supera en la mayoría de indicadores y sólo tenemos una mejor puntuación en agua y saneamiento, conocimientos básicos y libertad personal y de elección. Cabe señalar que en este capítulo tiene un peso importante en la valoración la situación de la comunidad LGBTI.
La conclusión está clara. La situación de Cataluña es francamente negativa. Pero este hecho todavía se ve acentuado por otro que es el gran desequilibrio que existe entre nuestra riqueza global como país expresada en términos de PIB de igual poder adquisitivo y los indicadores que señalan la situación social. Porque si bien en este último capítulo nuestra posición, como hemos dicho, es de 67,07 sobre 100, en lo que se refiere al PIB en términos europeos nos situamos en el puesto 109, es decir por encima de la media.
Por tanto, la falta de progreso social no es consecuencia, como en los países del Este, de una capacidad de producción de bienes y servicios reducida, sino de cómo funciona la sociedad y las instituciones. Y aquí es donde juegan un papel decisivo estas últimas, y especialmente la Generalitat que es quien tiene las principales competencias en muchos aspectos relacionados con el bienestar social.
Algo falla cuando el desequilibrio interno entre capacidad de producir y bienestar de la población es tan acentuado.