La salida de JxCat del Gobierno de Pere Aragonès, tiene tantas interpretaciones cómo alineaciones políticas hay. Pero, una realidad se impone sobre todas las glosas: el gobierno está en crisis.
La razón es muy evidente. Solo dispone de 33 de los 68 diputados que garantizan la mayoría absoluta, menos de la mitad, y con esto no se puede pretender gobernar en serio. No solo por las dificultades para aprobar los Presupuestos, sino por los bandazos que puede dar el tener de buscar apoyos aquí y allá.
Y el problema todavía se complica más por el veto de Junqueras al PSC. No es arbitrario, tiene su lógica partidista. Lo que peor que podría hacer ERC justo después de la ruptura con Junts, sería pactar inmediatamente con los socialistas, un colaborador necesario, de la intervención excepcional sobre la Generalitat mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Para el mundo independentista el socialismo pertenece al territorio 155 y es todo un símbolo.
Por la vía práctica pactar significa rebajar la capacidad de ERC de negociación con el Gobierno español, por la dependencia que habrían establecido. Bastaría una palabra de Sánchez para que el gobierno de Aragonès se tambaleara.
Pero claro, estas consideraciones de la estrategia de los republicanos no resuelven el problema de gobernar Cataluña de una forma, ya no digamos buena, sino medio decente. Porque, y este no es un dato menor, ahora el Gobierno Aragonès, como el de su precedente en manos de Junts, ha sido francamente malo, deficiente e ineficaz. El calificativo a gusto del consumidor, pero el sentido es claro y compartido.
Solo hace falta ver el índice Europeo de Progreso Social, en el apartado de la calidad de los gobiernos regionales, para constatar que la calificación de Cataluña es de las peores de España, junto con Andalucía, y a a años luz del resto de Europa. Se asemeja a muchas de las regiones italianas y en buena medida a las de los países del Este. Obviamente estamos en general mejor que en Rumanía, Bulgaria y Grecia, pero no superamos en cuanto a calidad de gobierno otras regiones de Hungría y Polonia, y estamos peor que la mayoría de las de la Repúblicas Checa. Es un pésimo resultado.
Se puede aducir que no son datos que puedan aplicarse al momento presente, sino que responden al 2018 y 2019, pero resulta evidente que las cosas desde entonces no han mejorado. Solo hace falta ver el estado de la tramitación de los fondos europeos Next Generation, para constatar que de la gestión que se hace, a una situación más o menos caótica, solo hay una delgada línea de separación.
Cataluña presenta un retraso extraordinario en instalaciones productoras de energías alternativas, grandes decisiones como las del aeropuerto de Barcelona están bloqueadas, el Corredor Mediterráneo avanza a paso cansino, la principal vía la AP2 está colapsada, Rodalies es un desastre diario
Desde 2017 han marchado 3981 empresas catalanas a Madrid, pero lo que es peor Nissan se fue y su sustitución no cubre el hueco dejado por, y cada vez es más fuerte, el runrun sobre la progresiva desaparición de Seat, y su sustitución por Cupra, una marca acreditada a pesar de su juventud, pero con una producción máxima que ni de lejos cubrirá la capacidad de Martorell. En otras palabras, nos estamos descapitalizando y desindustrializando a medio y largo plazo.
La crisis de la enseñanza es equivalente a la española, y en relación con el contexto europeo estamos peor ahora que hace 20 años, el nivel del universitario ha descendido en estas dos décadas, y ahora ya no se trata de su ortografía, sino de algo mucho más grave como es la falta de comprensión lectora en una porción importante de todos ellos.
La natalidad está en caída libre, y sustituimos nuestro capital humano por inmigración dirigida sobre todo a ocupar lugares de trabajo menos productivos, de esta manera es imposible que crezca la productividad, y si ella no lo hace la renta futura tampoco.
Y esto es solo una parte, porque podría abrir el frente de la inseguridad, del creciente asentamiento de mafias internacionales relacionadas con la droga y el habernos convertido en los primeros productores y exportadores de marihuana de Europa, con el riesgo que esto comporta.
Todo esto no se arregla con pactos políticos circunstanciales y gobiernos inestables, aunque creo que el panorama es mucho peor, porque en mayor o menor medida todos los actores políticos han contribuido a este desastre.
¿Soluciones? Quizás no las haya, quizás una regeneración surgida del propio centro de la sociedad civil, para no quedarnos solo con una nota pesimista. En cualquier caso, seguir con la política de campanario, el juego de los partidos que viven en un mundo auto referenciado en el que parece que las palabras tienen un valor mágico, no va a resolver nada. Hay que observar la realidad y actuar en conciencia, antes de que la realidad nos aplaste.