Éste es el nombre de una película de 1987, dirigida por Brian de Palma, que fue un gran éxito y que hace referencia a un grupo de agentes federales que perseguía el crimen organizado en Chicago concretamente y, sobre todo, a Al Capone durante la ley seca. Hoy en nuestro país también existen intocables, pero son de un perfil muy distinto.
Gran parte de los chistes del famoso Chiquito de la Calzada serían hoy irrepetibles, porque utilizaba en muchas ocasiones la expresión “mariquita” y ésta es hoy una expresión censurada. El gran escándalo de la gamberrada de los estudiantes del Colegio Mayor Elías Ahuja de Madrid han comportado declaraciones por parte del presidente del gobierno y la intervención de la fiscalía en una desmesura digna de mejor causa, y contrastan con el hecho casi simultáneo de la celebración de las blasfemias cometidas por el vicepresidente valenciano por parte de Pablo Iglesias que no tengan la menor repercusión.
En pocos días Tamara Falcó pasó de ser idolatrada a vituperada hasta el extremo de haber tenido que participar en una suerte de auto de fe en el programa El Hormiguero, del que es colaboradora, para demostrar que su asistencia y intervención en el congreso de la familia en México no representaba una agresión contra los grupos LGBTI. Asistir a un congreso de la familia, que defiende a la familia de toda la vida, significa alinearse con la homofobia y demostrar orientaciones fascistas. Hasta ese extremo hemos llegado.
Casillas, a través de su cuenta de Twitter, ha tenido que ponerse de rodillas y pedir perdón por haber aparecido un mensaje en su cuenta de twitter, -el exportero de Real Madrid dice a consecuencia de haber sido pirateado- en el que afirmaba que era gay. Decía “espero que me respeten. Soy gay”. Casillas afirma que esto ha sido introducido por un pirata informático, pero da igual, esta simple expresión le ha valido ser lapidado por el colectivo LGBTI porque han considerado que se hacía una broma intolerable a sus expensas dado que, según la explicación de ellos, «Casillas sale con una chica diferente cada dos por tres y para hacerse el gracioso dice que es gay». Hasta ese extremo llega la ultrasensibilidad de los nuevos “intocables”.
Toda alusión a lo que no sea un elogio inmoderado, ya no digamos toda crítica a las tendencias homosexuales y a las mujeres, es considerada como un discurso de odio, en un caso, y como machismo, en otro, y, como tal, susceptible de una diligente actuación por parte de la fiscalía con motivo de este delito.
El delito de odio se está utilizando como un instrumento implacable de censura y represión que atenta de forma absoluta, con la colaboración de la propia fiscalía, contra la libertad de expresión. Es evidente que existen dos formas de medir la cuestión: una es la de escribir que “las únicas iglesias que iluminan son las que se queman”, proferir y reiterar blasfemias que hieren los sentimientos profundos de buena parte de la ciudadanía , esto no significa nada desde el punto de vista de la infracción penal, forma parte de la libertad de expresión que no debe reprimirse. La otra es todo lo que tenga que ver con los grupos LGBTI y con el feminismo de género y que comporte una crítica o una broma; en este caso tiene todos los números de ser reprimido o por lo menos vilipendiado. Está claro quiénes son los intocables.