En el primero de los artículos explicaba cómo, en el caso de Catalunya, la estrategia de la lucha contra el foco se había mostrado eficaz en su adaptación a los incendios forestales, pero también apuntaba que este enfoque no resuelve el supuesto de un gran incendio ya formado. Para abordar esta otra dimensión se requiere otro planteamiento: un programa de prevención y extinción de grandes fuegos forestales.
La lógica de este nuevo enfoque es sustancialmente distinta a la aplicada en la lucha contra el foco. A lo que en este es su característica esencial de anticipación y velocidad de reacción, se le añade un sistema defensivo, y de prevención, una acción estructural de control de territorio.
La defensa de los grandes incendios tiene como principio básico la ruptura de la continuidad forestal sin daño ecológico, mediante caminos establecidos y franjas de protección que amplían su efecto, barreras de vegetación de alto contenido en agua (plantas crasas, euforbiáceas, etc.), franjas de determinados cultivos agrícolas que de manera natural detienen o minimizan el fuego (viña, almendro, olivo, praderas permanentes), reducción de la carga de energía, modificación de altura de los árboles en los límites de las zonas de protección. El aclarado puede ser suficiente: franjas en las que se ha reducido la densidad de plantación a menos de 150 árboles por hectárea, y de una anchura proporcionada a la altura y potencia de fuego del bosque con el que limita.
Una condición básica es que todo núcleo habitado y casas aisladas deben de disponer de una franja de protección de no menos de 25 metros de ancho, en función de la tipología del bosque colindante.
A todo ello es necesario añadir el aprovechamiento sostenible del bosque, que tiene en los distintos órdenes de pastoreo un recurso básico, como lo posee, obviamente, una buena gestión forestal. Se trata de introducir la economía del bosque en la prevención del incendio: mejorar su rentabilidad sin merma del equilibrio ecológico, excepto en aquellos espacios protegidos, donde debe vetarse toda acción humana.
La base de la organización es el diseño de módulos forestales de una superficie determinada, que aprovechen al máximo las condiciones naturales mejoradas, para romper la continuidad forestal. Un plan específico para Catalunya en los años noventa y nunca aplicado, se fundamentaba en organizar el territorio en grandes módulos forestales, que a su vez se dividían en submódulos, que dimensionan el máximo teórico que se puede quemar sin perder el control. En el caso de Catalunya y en función de cada espacio geográfico, oscilaban entre 1.000 y 5.000 hectáreas.
Los módulos son gestionados por Agrupaciones de Defensa Forestal, garantizando así el control del territorio. Un módulo y sus subdivisiones, es el espacio forestal arbolado delimitado por una serie de barreras al fuego, naturales, mejoradas, o constituidas a tal efecto. Los módulos se articulan con la organización de la detección anticipada y rápida, y la intervención inmediata, así como con los aprovechamientos forestales. Cada uno de ellos dispone de una pequeña estación meteorológica que trasmite los datos básicos en tiempo real. Los submódulos son el resultado de las rupturas forestales y todo ello configura un mosaico delimitado por las discontinuidades. En todo caso, es esencial minimizar el uso de barreras que originen erosión.
Todo esto significa una inversión, que mejora el territorio, ofrece más oportunidades de trabajo, y evita el daño de los incendios. A largo plazo, la relación coste beneficio resulta mejor, que concentrase solo en disponer de más medios de extinción. Es necesario recordar que, por ejemplo, la eficacia de los medios aéreos es limitada, puesto que el 50% de las descargas aéreas son ineficaces, lo que no cuestiona su gran utilidad; solo la cuantifica.
Todo ello conduce a otra conclusión, la introducción de los análisis coste beneficio en los programas de prevención y extinción, en los que necesariamente debe introducirse el coste del impacto ambiental del incendio, en términos de los precios de mercado de las emisiones de CO2, junto con los restantes costes. La economía del fuego forestal integrada en la economía del medio forestal, es necesaria para un abordaje integral del problema de los grandes incendios, cuyo objeto es la preservación del bosque y no la extinción, que es solo un medio.
La respuesta racional al crecimiento de los incendios explosivos en España es doble. Por una parte, las autonomías, que aún no han establecido el modelo de la lucha contra el foco, deberían de disponer de sistemas basados en la detección anticipada, rápida, intervención inmediata y control del territorio. Al mismo tiempo, todas las comunidades harían bien en establecer programas de prevención y lucha contra los grandes incendios. La financiación de estos programas debe corresponder al Estado para que su realización no se dilate peligrosamente en el tiempo. Los fondos Next Generation lo hacen posible debido a una doble razón: la de la sostenibilidad del medio y la de la transición ecológica, porque evitar incendios es reducir la emisión de CO2 a la atmósfera.
Que el bosque se queme mucho y sistemáticamente no es una fatalidad. Se puede evitar con la estrategia y los recursos adecuados.
Artículo publicado en La Vanguardia