La supermanzana de Colau destruirá Barcelona

Sí, ni más ni menos, las obras que dan el pistoletazo de salida de la supermanzana del Eixample significan la destrucción de nuestra ciudad. Pero ¿por qué es tan grave su impacto?

En primer lugar, porque Barcelona desde finales del siglo XIX está estructurada y gira en torno al Eixample. Si éste queda dañado, es el conjunto de la ciudad quien también sufrirá las consecuencias y, más allá, el ámbito metropolitano y catalán.

¿Por qué es tan importante el Eixample? Porque es el diseño urbano que mejor expresa la igualdad del espacio y esto es lo que destruye Colau. Qué terrible paradoja: la progresía destructora de la igualdad del espacio público. El Plan Cerdà es una de las mejores traducciones materiales de cómo hacer la ciudad más igualitaria y en este punto radica su importancia insustituible, su esencia, porque la red viaria es la primera dimensión del hecho urbano. Luego viene el resto.

Y esa igualdad es precisamente la que destruye el desmelenado proyecto de supermanzana de Ada Colau y de sus colaboradores necesarios: ERC y el partido socialista.

Cerdà concibió una ciudad en la que no existieran calles de primera o segunda categoría, ni zonas que concentraran la población de mayor renta. Todo se mezclaba en cada edificio y en cada calle. Cerdà concibe una urbe  para que palíe la desigualdad social y no se reduzca al espacio. Lo hace a base de una trama regular en la que todas las calles tienen la misma anchura de 20 metros, con las escasas excepciones de las vías trascendentales de 50 metros como la Diagonal o la Gran Via. De esta forma se garantiza que no se favorecen más a unos propietarios, a unas tiendas, a unos vecinos que a otros. La igualdad se produce en todos los niveles, incluso con la idéntica disponibilidad de árboles: uno cada 20 metros.

Es todo lo contrario de la supermanzana de Colau que crea un tercio de calles privilegiadas sin tráfico y con un simulacro de verde, y descarga toda la contaminación y la circulación a los dos tercios de las calles restantesLas obras que ahora han empezado en pocos puntos son el preludio del mal.

Pero es que, además, en una ciudad tan desigual en la que más de 1.000 personas se ven obligadas a vivir en la calle y donde el desbarajuste nocturno es el pan de cada día, no pueden existir calles de primera, y estas vías sin tráfico, tuneadas de verde, serán habitadas por la gente sin hogar como su refugio nocturno y serán espacio abonado de botellones y fiestas de madrugada. No hay posibilidad de buena vida en un imperio de Colau, sólo «cutrerio».

El proyecto es descabellado porque no se puede suprimir un tercio de la superficie viaria del Eixample sin disponer previamente de un nuevo modelo radicalmente distinto de movilidad basado en un transporte público muy capilar. Y esto no existe, ni siquiera está planteado. Por tanto, la supresión de calles solo conduce al colapso, a la contaminación y a la pérdida de centralidad de Barcelona en relación con el territorio.

De hecho, el urbanismo táctico que se ha ido aplicando ya nos ha dado una cata de lo que está por venir. Ahora, con las obras y su consolidación posterior, la cata se convertirá en un mal endémico. Nunca en toda la historia de Barcelona desde el derribo de las murallas, la ciudad ha vivido tan grave amenaza. Ni siquiera en los períodos de máxima especulación, que densificaban fuera de medida la ciudad, pero que mantenían intocada la trama del Eixample.

Y por si todo esto no fuera suficiente, hay una escandalosa burla a la democracia y a nuestra dignidad como ciudadanosQuien se ha llenado la boca con la palabra de «participación» se niega ahora a enfriar la supermanzana en una consulta ciudadana. ¿Se quiere un mayor escarnio del sentido democrático y de la participación?

Pero aún es peor porque, además, la transformación se tramita sin garantías, porque en lugar de fundamentarse en un planeamiento urbanístico se actúa como si se tratara de una simple reforma de las aceras, cuando es evidente la ruptura con el modelo de ciudad y sus repercusiones metropolitanas.

Es todo lo contrario de la supermanzana de Colau que crea un tercio de calles privilegiadas sin tráfico y con un simulacro de verde, y descarga toda la contaminación y la circulación a los dos tercios de las calles restantes Share on X

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