El independentismo ya no es una opción ganadora. Es en todo caso es un testimonio más o menos grande, pero cuyo objetivo queda descartado de la política real. Tres hechos concretos fundamentan la conclusión.
El primero, pero no el más importante, es la tendencia sostenida en las encuestas del CEO que empezó el año pasado en el que el “no” a la independencia gana al “sí” en una proporción creciente, de modo que en esta última encuesta el resultado es 52% por el “no” y un 41% por el “sí”. Sirve porque refleja un estado de opinión que no se produce de forma espontánea, sino que es el resultado de la interacción política. Y, en este sentido, entra en juego un segundo y muy decisivo factor, la mesa de diálogo y los acuerdos entre ERC y el gobierno Sánchez.
ERC ha presentado siempre la mesa como el instrumento que debía permitir la amnistía y la celebración del referéndum. Hay que decirlo con su nombre: ha sido siempre un engaño porque nunca han estado en el orden del día estas cuestiones y ERC conoce perfectamente que ambas son imposibles. Por su parte, Sánchez ha vendido al socialismo que la mesa servía para desinflamar el independentismo y favorecer el voto socialista en Catalunya. Y los hechos le dan claramente la razón.
Los acuerdos que han llegado ponen de relieve que en realidad la mesa es sólo la pista de aterrizaje para que el independentismo como opción política real situada en la agenda haya pasado a mejor vida. Los acuerdos son en este sentido claros, ERC y el presidente de la Generalitat admiten que el independentismo no puede actuar bordeando la ley, y como queda claro que ni el gobierno tiene la intención ni el marco constitucional permite llevar a cabo un referéndum sobre la independencia, es evidente que lo que asume ERC es que no hay camino legal para llegar, y como renuncia a lo ilegal, el corolario de todo ello está claro. Éste es el hecho puro y duro, otra cosa es que los medios de comunicación de Catalunya, para facilitar esta pista de aterrizaje, difuminen los contornos de esta contundente declaración. Pero, por escrito y en el marco de la mesa de diálogo, el independentismo que gobierna en Cataluña ha renunciado de hecho y de derecho a la vía independentista. Esto también significa que a Junqueras ya Aragonès no les queda ninguna roca en la faja para negociar y así se han convertido también en la parte más débil de la ecuación.
El tercer factor, evidentemente, es la desunión profunda en el campo independentista. Siempre ha estado allí, pero pasados los fulgores iniciales e impuesta la monotonía del día a día, las diferencias ideológicas pesan más que la ilusión por la independencia. Para la CUP y para ERC que su ideología partiera del ámbito de la progresía pesa mucho más que cualquier idea sobre Catalunya. Ésta también es otra evidente realidad. Para entendernos, son «antes de izquierdas que independentistas». No diremos que a partir de ahora, porque ya hace tiempo que funciona bajo esta música, pero sí que ahora de forma descarada, se pone de relieve que la independencia de Catalunya es en todo caso una añoranza, pero no un proyecto político.