El llamado debate de la nación, que despreció prácticamente todas las cuestiones que nos afectan excepto las relacionadas con las medidas paliativas anunciadas por Sánchez, no solo ha evitado el pasar cuentas de los errores recientes del pasado a fin de no repetirlos en el futuro, sino que ni tan siquiera ha expuesto la situación real a la que estamos abocados. Putin se ha convertido en él chivo expiatorio de todos los males, y sin negar su responsabilidad, decisivas en el inicio de la guerra en Ucrania, hay que decir que una buena parte de ellos tienen una procedencia bien distinta. Unos surgen, y lo harán todavía más el año próximo, de las políticas populistas de Sánchez, y otros de las absurdas medidas adoptadas por la Comisión Europea, ante la aceptación generalizada de los gobiernos, pero sin una consulta firme y clara a los ciudadanos de la Unión.
Lo que que hay que decir con claridad, y la última reunión del Ecofin manifiesta, es que nos encaminamos a un empobrecimiento y que lo que se debe hacer es no acentuar más los desequilibrios fiscales de países como España e Italia, y centrar los recursos públicos en paliar los efectos de la inflación sobre las personas de menores ingresos. Para ser más concretos, sobre lo que nos cuesta el conflicto. De momento la guerra de Ucrania le costará a España 6 décimas de su PIB, según Airef, que equivale a más de 7000 millones, que significa algo así como el 3,7% del presupuesto del estado, y significa el 88% del incremento del PIB previsto para este año. Y esto solo ha comenzado. La guerra de Ucrania se comerá la mayor parte del aumento del PIB, si no es que lo acaba por devorar entero.
Bruselas, no contentan con este declive asegurado, ya nos anuncia que no dispondremos de suficiente gas para este invierno si Rusia cierra el grifo. España puede alardear de que nuestra dependencia es mínima (aunque de momento sea la segunda fuente después de Estados Unidos; la tercera es Argelia), sin querer entender que el problema no es la disponibilidad material, sino su precio. Podremos tener gas, pero no podremos pagarlo, porque todo el GNL que se exporta en el mundo no basta para abastecer a Europa. Esta realidad desmonta otras falacias propagadas por el gobierno, difundidas por sus palmeros mediáticos y asumidas por un oposición acomplejada -la del PP of course– Esa escasez mundial hace imposible que podamos regasificarlo en nuestras costas y redistribuirlo en una cantidad significativa hacia el resto de Europa, aunque existiera la capacidad de gaseoducto, todavía inexistente.
La Comisión alienta a aumentar las reservas y a ahorrar, el resultado de entrada es que el precio del gas, en esta desaforada carrera, se ha multiplicado por ocho, y esto sin que Putin cerrara el grifo. Adivine cómo se va encarecer cuando todavía sea más escaso. A ver si asumimos la realidad que deberían explicarnos quienes nos gobiernan. El gas ruso no tiene sustituto a medio plazo. Esta es la dura realidad, por eso Alemania y España han empezado a quemar carbón, pasándose la transición ecológica por donde todos sabemos. ¿Puede ser la energía nuclear un sustituto? Sí puede, pero su característica rigidez de producción hace que sean necesarias otras aportaciones mas flexibles, por ejemplo las centrales de ciclo combinado, para las demandas punta de verano e invierno, y aquí entraba en juego el gas. Pero, además, recordemos que el gobierno de Sanchez quema carbón pero continua vetando la prolongación de la vida de las centrales atómicas.
Ursula Von der Leyen sigue encantada proponiendo más y más sanciones a Rusia –ahora, las importaciones de oro, con lo que conseguiremos una nueva burbuja, que favorecerá a Putin- y nos pide que nos preparamos para gastar menos energía, cosa que Sanchez obvia. Hay que ser conscientes que poco a poco y con la excusa de Ucrania, nos van metiendo en una economía de guerra que no hemos declarado, pero que cada vez vamos a sufrir más.
Si alguien se consuela con el eslogan «más pobres por culpa de Putin” allá él, pero ya va siendo hora de hablar claro y preguntar. Y la cuestión básica es qué pensamos obtener con todo eso.
.El final de la guerra está cantado y cuanto más dure peor serán las muertes y la factura de reconstrucción, pero Rusia no va a abandonar lo conquistado. Todo el esfuerzo debería concentrarse en un acuerdo que contenga los frentes, seguido de una paz que, a cambio de territorios, se garantice la reconstrucción de Ucrania, a lo que Rusia debe cooperar. Finlandia perdió buena parte de Carelia que no ha recuperado, y no por eso se hundió como país; más bien, todo lo contrario, su neutralidad fue la base de su gran desarrollo económico posterior. La idea de que Rusia siguiera atacando es absurda. Económicamente es una potencia mediana, su PIB solo algo superior al español y su gasto en defensa es 8 veces inferior al del conjunto de los países europeos, sin considerar para nada Estados Unidos. Lo que sí necesita Europa es menos compromisos de intervención en el Extremo Oriente y la formación de una fuerza militar europea, que unifique los diversos gastos de defensa en un solo sistema, cuya disuasión ante Rusia sería más que suficiente, tanto que debería permitir un acuerdo de cooperación entre ambas potencias.
Si no salimos del atolladero de Ucrania, Europa se irá hundiendo en sus contradicciones internas que son muchas y crecientes, a la vez que se empobrece.