Es evidente que en estos momentos Colau sólo puede ganar si se dan dos condiciones. La primera y más importante, que haya una gran abstención, que punto arriba abajo, la mitad de los barceloneses se desentiendan de la suerte del Ayuntamiento. Ésta sería la gran fortuna de Colau. La otra condición está muy ligada a la anterior, que reine la desesperanza para que no se vean alternativas claras. Cabe recordar que una actitud de desesperanzada realmente sólo nace no porque haga el bien, sino porque sobreabunda el mal. Cabe decir que Colau se esfuerza en desesperar a los ciudadanos de Barcelona y acumula hechos en este sentido.
Un hecho escandaloso es la prisa que le ha entrado para sacar adelante los nuevos ejes verdes del Eixample y de hacerlo en condiciones que claramente no respetan la legalidad. No se pueden presentar estas importantes modificaciones como si se tratara de unas obras sencillas en la vía pública porque alterarán la circulación y la actividad de todo el Eixample, y en consecuencia del conjunto de la ciudad. El procedimiento exige claramente una modificación del plan metropolitano.
Ésta ha sido la razón que ha llevado a la Cámara de la Propiedad Urbana de Barcelona y Lleida a pedir al juez que suspenda los acuerdos de la comisión de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona de 25 de mayo, que aprobaron los ejes verdes y las nuevas plazas que forman parte del plan de la supermanzana de Barcelona. Se trata de una modificación del planeamiento vigente sin lugar a dudas y no de una simple urbanización que es lo que intenta Ada Colau, queriendo hacer pasar buey por vaca gorda.
Por si fuera poco, la misma prisa tiene en relación con el tranvía. Unas obras que están castigando también duramente a la derecha del Eixample y dificultando aún más el acceso al centro de la ciudad.
Colau ve cómo se vuelve a reiniciar la guerra de las terrazas. Ha tenido un año y medio desde la covid para ordenar la anarquía que se ha producido en este ámbito y no sólo no ha hecho nada tangible -discursos y proyectos los que se quieran-, sino que además ha contribuido al hecho que creciera el desorden. Cada vez más, la ocupación del espacio público es creciente.
Progresivamente, pero esto siempre lleva tiempo, la justicia reubica las decisiones municipales que son un abuso. Es el caso de la tasa adicional de residuos que implantó Colau en 2020 en plena pandemia. La razón por la que la sentencia del TSJC no le es favorable es que la implantación de la tasa resulta excesivamente genérica y no hace posible conocer «cuál es el criterio seguido para calcular el importe de las cuotas correspondientes a las diferentes categorías». En definitiva, es una tasa arbitraria. Una práctica que prohíbe la Constitución en su artículo 9.3. En realidad lo que tenía que hacer Colau era justificar cada coste y dar a conocer el criterio utilizado para calcular la cuota, de modo que cuando se verificara la razonabilidad, la distribución del coste entre los usuarios.
La bofetada al abuso recaudatorio de Colau es aún mayor si se considera que el agente que ha preservado los derechos de los barceloneses no es ninguna asociación de vecinos, sino Aigües de Barcelona. Que una entidad privada le enmiende la página a la arbitrariedad municipal es bien gordo y dice muy poco del criterio que nos daba.
Por si fuera poco, el barómetro que periódicamente realiza el RACC sobre las bicicletas, y va por la 4ª edición, aporta unas informaciones que obligan a reconsiderar seriamente el modelo implantado por Colau. Uno de los aspectos que llama la atención es el bajo uso de una parte de estos carriles. Por ejemplo, el de Ganduxer en el cruce de Via Augusta y Vila Arrufat sólo circulan 43 bicicletas por hora. En el de París con Muntaner y Aribau, 96 y el de Creu Coberta con L’Hospitalet de Llobregat, sólo 65. Con estas frecuencias de paso resulta injustificable la ocupación del suelo viario que se produce.
De hecho, muy pocos carriles superan los 200 vehículos por hora. Son sólo el caso del Paral·lel y el de Diagonal entre el Paseo de Sant Joan y el Paseo de Gràcia. El mito de la bicicleta ha comportado la externalización de una serie de costes que pagamos de una u otra manera todos los ciudadanos bien con disfunciones sobre la circulación, bien sea con costes directos, caso de la extraordinaria subvención que recibe el Bicing .
La segunda reconsideración que hay que hacer es que la bicicleta no retira coches de la circulación. Sólo un 9% han pasado del vehículo a motor al de ambas ruedas. A quien le ha quitado viajeros es al autobús. El 50% de usuarios de la bicicleta que antes utilizaban este sistema de transporte público. Esta reducción hace crecer el déficit de tarifa. La otra fuente que alimenta al usuario de la bicicleta es a la gente que camina. Un 22% lo han dejado de hacer y tampoco es una buena noticia, porque se trata de desplazamientos relativamente cortos que generan un beneficio para la persona si se hacen a pie, pero que apenas tienen significación de este tipo si se desplazan en bicicleta.
Un fracaso del modelo existente es que con el paso de los años a medida que han aumentado los carriles bici se ha multiplicado la sensación de vulnerabilidad por parte de quienes la utilizan. Si en el 2018 sólo una tercera parte manifestaba esa inquietud cuando circulaba por Barcelona, ahora la cifra prácticamente se ha doblado: el 65% se sienten vulnerables. Y esa inseguridad tiene como primera causa, no el vehículo privado que ocupa un lugar secundario, sino el patinete. El 75% de las personas que señalan la fuente de su inseguridad indica que la causa es el patinete.
Por tanto, en el modelo Colau se produce un conflicto claro entre los dos medios a los que el Ayuntamiento les otorga prioridad y se han convertido en los reyes de nuestras calles: la bicicleta y el patinete. Una cifra prácticamente idéntica señala al autobús como gran responsable de sentirse inseguro para los que usan la bicicleta. Y he aquí que Ada Colau ha introducido los carriles compartidos con ese sistema de transporte público. Es el caso más polémico de la transformación que se está llevando a cabo en la Via Laietana, y que ya existe en el eje Creu Coberta y Carretera de Sants.
La inmensa mayoría de usuarios se sienten insatisfechos, pero Colau no sólo no les hace caso sino que les otorga más de la misma medicina. Como los ciudadanos de la ciudad no deben sentirse frustrados y desesperanzados si los coches son perseguidos y expulsados, si la ocupación del espacio por parte de muchos carriles bici no está justificada y los usuarios de ambas ruedas manifiestan una inseguridad creciendo a la hora de circular, en lugar de experimentar una mejora por los nuevos carriles, si se hacen carriles mixtos como los del bus en bicicleta y si a pesar de todo ello los factores que ven más peligrosos para su integridad por parte de los que pedalean ¿son precisamente los patinetes que circulan con bula por la ciudad y los mismos autobuses?
Es un lío formidable que deja insatisfecho a todo el mundo. Por todo ello, en unas elecciones de participación normal Colau no puede ganar. Sólo si se convierten en unos comicios en los que sólo votan los “fans” de la actual alcaldesa tiene algunas posibilidades.