La que debía ser una semana triunfal del presidente del gobierno con motivo de la cumbre de la OTAN en Madrid, se ha visto enturbiada por los hechos de Melilla .
Recordémoslo: un asalto masivo de subsaharianos a la valla de Melilla fue duramente reprimido por la gendarmería marroquí, dando lugar a una cifra mal conocida de muertes, pero que todo indica que supera la treintena. Además de cientos de heridos y unas imágenes de cuerpos hacinados realmente tenebrosas.
Ante este hecho, la actitud de Sánchez ha sido muy censurable, porque de entrada felicitó a las fuerzas policiales de Marruecos mostrando una pleitesía impropia de un jefe de gobierno. Reiteró, y ya muy a balón pasado en unas declaraciones en La Vanguardia, que los responsables de todo ello eran las mafias, cuando éstas es sabido que no operan en los asaltos a la valla y que en todo caso cuando se cometen homicidios, con otros posibles responsables, la principal culpa siempre recae en quien los comete.
Para redondearlo el gobierno negó la necesidad de toda investigación, y así una vez más mostraba su subordinación al poder marroquí (por cierto, España ya ha empezado a bombear gas para nutrir a ese país del sur, lo que a la corta o a la larga complicará aún más las difíciles relaciones con Argelia).
El porqué de esta subordinación al rey Mohamed es una incógnita. En ese momento una gran oscuridad planea sobre las relaciones de España con el vecino del sur, algo absolutamente insólito.
Para contrapesarlo cuenta con las imágenes de la cumbre de la OTAN, la ansiada foto con Biden y el conjunto de líderes de la alianza. Imágenes que por cierto acaparan toda la primera página de La Vanguardia que hace así una extraordinaria exhibición de su sanchismo, completado por su lado oficioso que opera desde las páginas de este diario cada lunes, Ivan Redondo -el asesor en busca de la ocupación perdida- que en su último artículo titulaba enfáticamente “Sánchez vuelve”, lo que, de paso, señala, no sabemos si involuntariamente, que se había marchado.
Ahora, todo es OTAN y como decía un titular en términos elogiosos, «más tropas, más armas, más OTAN». No son ideas realmente que contribuyan a generar un imaginario pacífico. En realidad lo que se está configurando bajo la dirección de EE.UU. y la supeditación de los países nórdicos como principales actores, es una alianza guerrera. Ya lo probó con su desafortunada intervención en Afganistán y ahora se prepara para horizontes quizás más ambiciosos.
Porque, cabe preguntarse qué sentido tiene tanto rearme, tanto dinero, tanto soldado, ante la amenaza rusa, que equivale a la dimensión de una amenaza italiana, porque éste es el tamaño de la economía rusa, aunque todavía con mayores desequilibrios y debilidades internas que el país del mediterráneo.
Los astronómicos presupuestos militares que significa el agregado de todos los países de la OTAN no tienen sentido si la referencia es defendernos solo de Rusia. Aquí hay mucho más y en ese mucho más la imbricación en el horizonte de la potencia china. No se debe por qué si no han sido invitados a la cumbre de Madrid los países del este asiático además de Japón, Australia y Nueva Zelanda que son la línea fundamental de contención en relación con el régimen de Pekín.
En plena crisis Sánchez rearmará España en unos niveles insólitos. En estos momentos ya están destinados 2.043 millones para la adquisición de aviones Eurofighter. Es una cifra equivalente a todo lo que se va a gastar con los 20 céntimos de bonificación de los carburantes. De hecho, Sánchez ya ha destinado desde que ha llegado a la Moncloa 13.000 millones de euros a la compra de armamento. Hay que situar esta cifra al lado del gasto que se está haciendo para ayudar a la sociedad a capear la crisis.
Todo parece como si el actual presidente del gobierno estuviera preparando, no tanto una estrategia militar para España, como quedar bien con sus socios de la OTAN que le permita en un futuro próximo ocupar un cargo internacional de importancia.
Pero la realidad de todo ello es que con la actual configuración de lo que es la OTAN, una alianza militar cada vez más con vocación ofensiva dirigida por EEUU, el papel de Europa no sólo queda desdibujado, sino que actúa contra sus propios intereses. Sólo un ejército europeo independiente y una alianza con EEUU que independizara a Europa de pertenecer a una misma organización, puede presentar un horizonte de futuro que no nos comprometa en el conflicto de EEUU por la hegemonía mundial.