Hay 5 grandes ámbitos temáticos que demuestran que entre el mensaje político que nos ofrece Ada Colau y la realidad que practica existe una distancia astronómica. De tal modo que con propiedad se puede hablar de que en al menos estos 5 temas lo que nos explica el gobierno municipal es fake.
Empecemos por una de las cuestiones emblemáticas y que sirven de justificador de muchos de los desastres que vive la ciudad. La consecución de una Barcelona sostenible, una ciudad amable para quien anda, que está pacificada de día y de noche. Todos estos conceptos se repiten hasta el aburrimiento en el lenguaje político de Colau y su equipo. Pero, ¿qué nos ofrece esta primavera? De entrada el enorme desbarajuste del Primavera Sound. 85.000 personas cada día atravesando Poblenou para concentrarse en pleno espacio urbano consolidado en el Fòrum para escuchar música a todo trapo que no permite dormir a los vecinos. Estas riadas humanas crean altercados nocturnos, ensucian con sus defecaciones las calles, porque el Ayuntamiento celebra la fiesta, la subvenciona con más de 1 millón de euros, pero no dedica el mínimo de recursos necesarios para paliar los efectos de tal multitud. Y algo parecido podemos decir del que sigue, Sonar, 122.000 asistentes. Estas cifras de desplazamientos y concentraciones, ¿estos mega conciertos son compatibles con la idea de sostenibilidad, ciudad amable, pacificada y acogedora? Es evidente que no.
Por si fuera poco los botellones se mantienen vigentes y se multiplican. El último caso espectacular han sido las celebraciones tras la selectividad que han concentrado a miles y miles de chicos y chicas que han celebrado gamberra y etílicamente el final de las pruebas, que en la sociedad de hoy constituye el único rito de paso que queda para separar la adolescencia de la juventud. Pero, en lugar de servir para canalizar hacia el espíritu ciudadano, este rito de paso da lugar a borracheras, contenedores quemados, ruidos terribles que impiden dormir a los vecinos. Todo esto se concentró en el triángulo golfo de Poblenou, que el Ayuntamiento con gran cuidado para no herir susceptibilidades ha rebautizado como “triángulo lúdico”. Mejor sería que pusieran los medios necesarios para que todo esto no se produjera, para que los ciudadanos pudieran descansar por la noche, para que… pero, claro, limpieza, orden y descanso son conceptos incompatibles con este otro: Ada Colau.
El mal de la borrachera nocturna y el desenfreno no sólo tiene grandes territorios donde se hace notar, sino que además se va extendiendo en lugares concretos de la ciudad donde pueda encontrar acogida un botellón, o haya una pequeña concentración de locales nocturnos. Es el caso de la céntrica calle Tuset, que sufre una plaga de vandalismo nocturno con cristales de las puertas rotos, interfonos arrancados, suciedad y gente durmiendo la mona en el portal de una casa.
Y qué decir del ruido. Una plaga terrible porque tiene fuertes consecuencias sobre la salud de los barceloneses. 210.000 personas en nuestra ciudad sufren importantes perjuicios a causa de la contaminación acústica. Y esto ocurre también en el Poblenou, como no puede ser de otra manera, en el Raval, donde junto con los botellones está el continuo ruido de las vibraciones de los skates en las calles cercanas a la plaza del MACBA, en el Besòs, en Gràcia y en muchos otros lugares de la ciudad. Los más perjudicados como siempre son la población más débil, la de menores ingresos; los que viven en las plantas bajas y en los pisos inferiores y los que no pueden hacer el gasto de 5.000 y 8.000 euros para aislar la ventana, no ya con un doble, que resulta inútil, sino triple aislamiento.
Ésta es la ciudad sostenible, amable, pacificada y acogedora que nos dibuja Ada Colau.