El ámbito socialista se pregunta, y no para, cómo es posible que la población no se dé cuenta de lo mucho y bien que ha actuado Sánchez en estos 3 años. Y además lo concreta. Protegió a los trabajadores con los ERTO, hizo que los contratos pasaran de temporales a indefinidos, subió el salario mínimo y creó el ingreso mínimo vital. Entonces, dicen «si con todo esto tan importante no nos votan, es porque no comunicamos bien, hay que salir más a la calle y contarlo».
Todos estos hechos positivos y otros son evidentes, pero no son toda la evidencia. Por un lado, sus efectos benéficos se han visto mermados por las circunstancias o por la forma de llevarlo a cabo. Los ERTO no han impedido que una equivocada política pública hundiese al PIB en 2020, la mayor reducción de toda Europa, y que la recuperación resulte extraordinariamente lenta, también una de las que más arrastra los pies de toda la UE. De hecho, hasta finales de 2023, si todo va bien, no recuperaremos el PIB previo de 2019.
Como el empleo ha crecido mucho, y de eso se jacta el presidente del gobierno, y como el PIB todavía sigue deprimido, esto quiere decir que los salarios que se están generando son de media inferiores a los que había y que, por tanto, la productividad también se ha reducido. Es evidente que el contrato indefinido, sobre todo en la modalidad de fijo discontinuo, genera claras ventajas para los trabajadores, pero como ha diagnosticado el Banco de España, todavía es pronto para ver si sus efectos serán realmente positivos o tendrán consecuencias en el empleo, o terminarán siendo una modalidad encubierta de contrato temporal, porque el problema de fondo no es sólo de la ley sino del tipo de estructura productiva que tiene nuestro país. El ingreso mínimo vital ha sufrido desde el inicio, y todavía se mantiene, una grave dificultad de aplicación que constata una vez más que la administración necesita una reforma urgente para mejorar en eficacia y eficiencia porque sencillamente no funciona, ni en éste ni en otros muchos ámbitos que han visto empeorar la capacidad de atención al ciudadano debido al teletrabajo, además de los problemas estructurales que se arrastran desde hace tiempo.
No deja de ser interesante constatar que cuando los socialistas hacen balance lo ciñen a este tipo de temas y nunca ponen sobre la mesa lo que han sido iniciativas estelares por polémicas: la nueva ley de educación, la del “sólo sí es sí” referida a las relaciones sexuales, la que trata sobre la transexualidad, la que otorga nuevos privilegios a los grupos LGBTI, la de la eutanasia y el suicidio asistido y la que ahora está en el candelero, la del aborto. Toda esta larga lista de leyes que, por un lado, son su bandera de progreso, por otro no son exhibidas por parte del PSOE a la hora de argumentar su buen gobierno. Y es que seguramente hay conciencia de que estas leyes han sembrando de crispación y rupturas entre distintos grupos de población, que en parte también son votantes del PSOE y que no pueden entender determinadas cuestiones. Lo mismo podría decirse de los indultos. Basta con que una cuarta parte de sus votantes decidan quedarse en casa, ya no digamos votar por el PP, para que el bajón esté garantizado y dé paso a la derrota.
Pero es que, además, el gobierno no sólo no ha sabido asegurar una buena recuperación, somos de los que más hemos perdido poder adquisitivo en Europa, sino que las medidas que va tomando en relación con la inflación, los casos concretos de los combustibles y electricidad, sencillamente no funcionan.