La noticia está en boca de todos. El PSOE se ha derrumbado en el que era su feudo andaluz. De hecho, cabe recordar, en las anteriores elecciones autonómicas Susana Díaz ganó con 33 escaños, lejos de los 55 de la mayoría absoluta, pero ganó, si bien la alianza del PP y Cs con el apoyo externo de Vox permitió a Juanma Moreno logró la presidencia de la Junta de Andalucía.
Ahora la derrota ha sido total. El PP casi dobla al PSOE con 58 escaños contra 30. Espadas, alcalde de Sevilla, la ciudad más importante de Andalucía, no ha podido superar la decadencia socialista. Fue una elección directa y personal de Sánchez y ahora paga su coste, por mucho que intente ponerse de perfil. Y es que el presidente del gobierno se ha visto sucesivamente derrotado en las CCAA, en la de más peso económico, Madrid, en la más extensa, Castilla y León, y ahora en la más poblada. Solo le queda la carta del PSC a Catalunya, lo que aumenta el valor de la batalla de Barcelona, porque en las autonómicas del 2023, que coinciden con las municipales, en Catalunya con un régimen electoral propio, sólo se producirán estas últimas.
Consecuencia: el resultado andaluz de rebote debilita aún más la frágil candidatura de Collboni, porque Sánchez necesitaría una victoria importante el próximo año y solo la puede buscar en la capital de Catalunya.
Moreno ha demostrado la validez de su estrategia de no dar miedo. Ahora, con la mayoría absoluta necesita demostrar que tiene más sustancia que todo esto.
No hace falta llamarse a engaño, Sánchez cada vez más es un lastre para el PSOE más que un salvavidas. Y lo es no sólo por su fracaso en la política presente al no conseguir apartar los efectos de la inflación, ni reavivar suficientemente la economía con los grandes fondos Next Generation. También existe la acumulación de la mala gestión pasada. La mayor caída de toda Europa en su economía a consecuencia de la pandemia, la recuperación más lenta de todas, la mayor, junto con Grecia, pérdida de poder adquisitivo, el efecto de la inflación sobre los impuestos que actúa como una especie de expropiación fiscal. En definitiva, son muchas causas que se acumulan. También aquéllas que no son de orden económico y que son importantes para un grueso de población. La ley de enseñanza, la de la eutanasia, los esfuerzos por fomentar el aborto, son otros aspectos que cada vez han situado más a Sánchez en la división de la sociedad y en la radicalidad. En definitiva, ha logrado generar una opinión contraria muy amplia y ahora Andalucía es una verificación más.
El PP ha hecho un bingo completo porque, al mismo tiempo de alcanzar la mayoría absoluta, ha minimizado el crecimiento de Vox, que solo ha aumentado en 2 diputados mientras que la izquierda “new generation” ha implosionado siguiendo la vieja lógica de las antiguas extremas izquierdas. De rebote, la operación de Yolanda Díaz parece cada vez más fruto de la imaginación que de la solidez política. Aquel grupo selecto de mujeres que se presentaron en Valencia meses atrás con el título polimórfico de «otras políticas», ha quedado mermado antes de empezar el partido. No solo por el debilitamiento indirecto de Díaz, sino porque Oltra en Valencia está políticamente chamuscada y Colau en Barcelona es la encarnación de la antipatía por parte de la gran mayoría de electores.
Una idea de cómo han ido las cosas nos la dice la comparación entre el promedio de las encuestas y el resultado real. Al PP le otorgaban un buen resultado, 48 escaños, ha logrado otros 10. El PSOE se quedaba en la marca mínima, 33, pero aún ha obtenido un peor resultado, solo 30. A Vox le calculaban un crecimiento considerable de 12 a 18 escaños, al final han sido solo 14. Por Andalucía, la coalición de UP, Izquierda Unida y todos los que se configuran en torno a Yolanda Díaz, según la media de las encuestas, conseguía 7 diputados y se ha quedado en 5. Mientras que los disidentes de Adelante Andalucía obtenían 3 y al final han sido solo 2 • Allí donde se ha producido el acierto pleno de las encuestas y la realidad ha estado en la desaparición de Cs.