Ahora, a cada residente de Barcelona le habrá llegado un folleto de color verde con el título de «Konsulta» con una «k» creativa donde debería ir la «c» y con un subtítulo «Habla de salud mental», que va acompañado de una carta de la alcaldesa, Ada Colau Ballano. Explica que han puesto en marcha un nuevo servicio de atención generalizada sin necesidad de pedir hora y que se ejerce en varios puntos de la ciudad.
Está dirigido a personas entre 12 y 22 años que sientan «malestar emocional» o un sufrimiento psicológico. Esta iniciativa recuerda mucho a otra que se produjo en la anterior campaña electoral de poner a disposición de determinados barrios de la ciudad un servicio de odontología, que la Seguridad Social no cubre. A la hora de la verdad se convirtió, por la escasez de servicios, en el parto de los montes y finalmente acabó difuminándose.
Ahora que se avecinan las vacaciones, y como está a la orden de la notoriedad mediática el problema del malestar emocional entre los jóvenes, se sacan de la manga esta consulta. Cabe decir que técnicamente es una notable frivolidad. Es bueno que se quiera dar respuesta a problemas psicológicos de las personas y no sólo de los jóvenes, pero si se hace, debe hacerse bien y no arreglando una caseta y poniendo a una persona que se dedique a escuchar los problemas de la gente.
Cabe recordar que la sanidad en Barcelona por razón de la carta municipal funciona como un consorcio presidido por la propia Ada Colau y que aquí tiene el marco adecuado para llevar a cabo con rigor una mejor política de ayuda a los problemas de salud mental. Nadie le prohíbe, todo lo contrario, su cargo y la regulación del consorcio le permiten introducir o ampliar servicios determinados de salud mental para la ciudad de Barcelona, haciéndose cargo el Ayuntamiento y con profesionales acreditados de la sanidad pública. Pero claro, esto no es lo que pretende Colau. Ella lo que busca es poder enviar una carta donde pueda decir que ha montado ese nuevo chiringuito y que cada persona y cada familia reciba la papeleta en su casa.
Es una manifestación más del oportunismo y frivolidad en la que ha convertido Colau el gobierno de la ciudad, en el que todo está al servicio de intentar ser elegida de nuevo.