Vivimos un período de transición energética que se manifiesta en toda su crudeza, pero que parece necesario si se quiere luchar contra el cambio climático, a pesar de que pueden existir serias dudas de para qué servirá el esfuerzo europeo si China e India sobre todo, también EEUU, no avanzan rápidamente por el mismo camino, porque la participación europea en la emisión de gases responsables de la crisis del clima es pequeña junto a estos gigantes de la contaminación.
Sin embargo, situándonos en nuestro propio contexto, y más específicamente el español, la cuestión es si las actuales políticas sobre el transporte para abaratar la energía de los hidrocarburos son coherentes con la transición energética o no.
Aquí es necesario situar un punto muy importante. En el contexto europeo España es una anomalía por el peso del transporte por carretera, que consume más del 25% del total de energía primaria y cerca del 39,5% de la energía final, y es quien más emisiones de CO₂ emite: el 24% que se eleva al 47,6% si se descuentan los autoconsumos, pérdidas y exportaciones ( https://www.comillas.edu/images/catedraBP/Informe_BP_2020.pdf ). Además la tendencia, al menos hasta 2019, ha sido a crecer, mientras que se ha mantenido constante el transporte por ferrocarril que, digámoslo, es marginal en el conjunto.
En España sólo ese medio mueve el 4% de las toneladas por kilómetro transportado, mientras que la media europea es 4 veces mayor, el 17%. Esto hace que España ocupe el puesto 24 de los 28 países de la Unión Europea en el transporte por ferrocarril, considerando que estos otros países o bien son muy pequeños, como Luxemburgo, o no tienen decisión ferroviaria como Grecia e Irlanda.
En este contexto, una buena política, porque tiene beneficios en todos los lados, sería otorgar prioridad al transporte de mercancías por ferrocarril, y eso es evidente que no se está haciendo en la medida mínima adecuada. También sería necesario, para quemar etapas, experimentar nuevos sistemas de transporte de mercancías como el de los dirigibles. En contrapartida, España viene primando la alta velocidad, manden los socialistas o el PP, que es un sistema de transporte ineficiente y poco sostenible.
En este contexto, la subvención a la gasolina y al gasóleo es un incentivo para continuar utilizando la carretera como medio básico de transporte. Y aquí hay que señalar un punto que no ha sido suficientemente tratado. Aunque los precios de estos combustibles están en máximos, los precios de petróleo en crudo del mercado internacional están lejos de sus respectivos máximos, que se alcanzaron en 2008, e incluso se encuentran por debajo de los precios de 2011 y 2014 Aclarar cómo es posible esta anomalía del mercado mundial y su traducción en España es una incógnita que no está abordada y que sería necesario aclarar. Incluso los medios de comunicación no han hecho nada por denunciarla. Por tanto, los precios de los combustibles no guardan relación con los precios de la materia prima que los genera, el petróleo. Al subvencionar el consumo final se está alimentando esa anomalía de los mercados. Es bien sabido por experiencias anteriores nuestras y de otros países, que subvencionar la energía comporta un aumento de su consumo y también un incremento por unidad de energía consumida en relación con el PIB, lo que se conoce por intensidad energética, y éste es el camino exactamente contrario al que necesitamos seguir.
Querer proteger a sectores enteros a través de la subvención no prepara el futuro, aunque tiene un coste político importante, evitar esta opción que, digámoslo, es la que está siguiendo toda Europa. Lo necesario sería en todo caso subvencionar las rentas más bajas en aspectos estratégicos del transporte y subvencionar el cambio a vehículos de hidrógeno, híbridos o eléctricos, considerando que para el transporte de mercancías esta opción es inexistente. A estas alturas no se puede pensar en el camión eléctrico.
En definitiva, de lo que es necesario tomar conciencia es que los sacrificios que se nos piden para la transición energética no se ven reflejados en las políticas del gobierno, que se limitan a seguir los caminos de siempre, subvencionar la energía del petróleo, porque carecen de capacidad de diseñar mejores alternativas.