Se ha hecho público el barómetro del CEO correspondiente a la primera oleada de este año, con 2000 entrevistas y un trabajo de campo realizado desde el 1 al 28 de marzo.
Como todos los barómetros incorpora una información extensísima, pero en general los medios de comunicación se dedican a reducirlo todo a la previsión de escaños que pueden sacar los distintos partidos políticos. Pensamos que este enfoque desvirtúa la descripción de la realidad que realiza toda la encuesta e incluso prescinde de sus posibles sesgos. Por ejemplo, una de las preguntas es si prefiere utilizar el catalán o el castellano en la encuesta. Sólo un 43% responde que su preferencia es la lengua castellana. Este dato no se corresponde con el uso social del castellano y esto puede hacer pensar, si bien no es absolutamente demostrativo, que la muestra tiene un sesgo favorable a aquellas personas que usan habitualmente el catalán. Y dado que existe una estrecha correlación entre este hecho y las posiciones políticas, podría pensarse que la encuesta del CEO tiene una desviación que tiende a primar los posicionamientos más favorables al independentismo y a los partidos que lo representan.
Hay que observar otros datos en este mismo sentido para verificar que la muestra es consistente, pero en cualquier caso aquí queda este apunte. Los medios de comunicación dotados de importantes recursos harían un servicio a la sociedad si profundizaran la coherencia de las encuestas que se publican.
Un segundo hecho que tiene interés es la escasa relevancia que tienen en las respuestas tres cuestiones que por el contrario ocupan el centro de la agenda política y de la opinión publicada. Se trata de la discriminación de la mujer, de la violencia de género y de la vulneración de derechos de los homosexuales.
Cuando se pregunta cuáles son los principales problemas de nuestro país, sólo un 0,3% señala el primero de estos aspectos, y un todavía más migrado 0,1% apunta a que es la violencia de género o los derechos de los homosexuales. Esto significa, en términos absolutos, que de la muestra sólo entre 2 y 6 personas consideran que son problemas destacados los citados. Existe aquí, por tanto, una gran contracción entre la prioridad que otorgan los partidos políticos y los gobiernos a estas cuestiones y los recursos que aplican, y el grado de preocupación que estos temas tienen en la sociedad.
Otro aspecto que vale la pena ser destacado es el pesimismo generalizado sobre la situación económica y política de Cataluña y España. Un 55% considera que la situación económica es mala o muy mala, y sólo una cuarta parte la considera buena. Un 62% responde que es peor que hace un año, y cuando se pregunta cómo evolucionará la situación en 12 meses, sólo 1 de cada 5 contesta que mejorará.
Llama la atención que en esta ocasión la valoración sobre su situación personal sea peor que la apreciación sobre la situación del país. Un 67% cree que su estatus económico actual es malo o muy malo, y sólo un 15% que mejorará en un año. Habitualmente las respuestas suelen señalar una valoración más negativa en el conjunto del país que la misma situación del encuestado. El hecho de que ahora sea a la inversa acentúa el carácter crítico del actual escenario económico.
Sobre la situación política, un 69% considera que es mala o muy mala y que no tiene perspectivas de mejorar porque dentro de un año la situación será, para un 73% de los encuestados, igual o peor. En el caso de España, la apreciación es aún algo peor porque la califican de mala o muy mala el 72,5% de la gente.
Algún vínculo en el trasfondo debe tener esta valoración con la gestión del gobierno, que alcanza una nota de 4,3 y, por tanto, se mantiene claramente en la franja del suspenso. Pero más significativo es que casi el 30% califique su gestión con las notas más bajas, del 0 al 3, mientras que sólo un 12% le otorgue un notable o excelente, es decir, los valores comprendidos entre el 7 y el 10. En el caso del gobierno español, el suspenso profundo es aún mayor, un 36% y la valoración positiva prácticamente la misma.
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