Viene de El escándalo del genocidio de Butxa. ¿Qué hay de verdad? (I)
Las imágenes fueron servidas por primera vez por las agencias Reuters y AFP de la mano del asesor de la presidencia ucraniana Mijailo Podoliak. El problema es que cuando se hicieron públicas, los rusos llevaban dos días abandonando la ciudad, concretamente el 30 de marzo, y que el alcalde de la misma población una vez liberada no denunció ningún tipo de matanza generalizada. Fue, por tanto, dos días después cuando se entregaron las imágenes de las personas con las manos atadas, etc.
La pregunta es qué pasó en estas 48 horas, que es mucho tiempo, y por qué los propios ciudadanos, ya sin los rusos en la ciudad, dejaron dos días a la intemperie a sus compatriotas y no los recogieron, y ¿por qué hicieron lo mismo los soldados ucranianos que poco a poco fueron penetrando en el territorio abandonado por los rusos? El testimonio del alcalde asegurando que nadie había sufrido la violencia de los rusos, cuando éstos ya no estaban, tiene una significación, como la tiene ese tiempo de 24 horas.
De hecho, las fotografías de las personas fallecidas en la calle no dejan de revelar cierto aspecto de montaje. Es lo que denuncia el ministerio de defensa ruso, quien afirma que en esas imágenes han sido identificados signos de falsificación. Por ello el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, junto a la negativa de la responsabilidad rusa en el pretendido genocidio, pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para aportar pruebas de la manipulación del escenario. La pidió ayer lunes, para llevarla a cabo lo más inmediatamente posible que iba a ser el martes o el miércoles. Pero la presidencia de turno, que ahora corresponde al Reino Unido, se ha negado y ha convocado otra reunión para una fecha posterior de esta misma semana, seguramente el jueves, con un orden del día diferente que hará posible que por parte de los países enfrentados en Rusia puedan plantear sus tesis del genocidio.
La pregunta en este caso también es evidente: ¿por qué no se ha permitido a la delegación rusa demostrar que lo que dicen es verdad, o en cualquier caso ponerlos en evidencia si pretenden engañar a los gobiernos y a la opinión pública? Todos estos hechos crean serios interrogantes sobre lo que en realidad ha ocurrido en Bucha y si no ha habido un intento de maquillar muertos de guerra presentándolos como asesinatos.
Pero, ¿Qué utilidad tendría una acción de ese tipo? Hay una evidente, pero no es la más decisiva. La de contribuir a la imagen de la demonización total de los rusos mostrando que tienen soldados que se dedican a asesinar masivamente a la población civil. Pero puede haber, y esa es la sospecha, una causa más profunda.
Es evidente que la administración demócrata de Biden ve desde el primer momento una oportunidad en la guerra de Ucrania. La considera como un factor que puede contribuir decisivamente a deteriorar y desequilibrar el estado ruso, convirtiéndolo en una especie de Afganistán en el que EEUU pone dinero, material bélico, información y propaganda, y los ucranianos ponen el país y los muertos.
De momento este escenario funciona de la mano del presidente Zelenski, al que parece no importarle nada la destrucción a la que está sometido el país. Quizás porque tiene garantías, no hechas públicas, de un “plan Marshall” que le ayude a la reconstrucción. El hecho de Bucha significa que los avances de cara a la paz que se habían logrado en la última reunión en Turquía han saltado por los aires, y que, por tanto, el conflicto se prolongará. Es la tesis que interesa a Washington y todavía funciona con otro sentido, del mayor interés.
A través de Polonia que es el más fiel aliado de EE.UU. en la UE se ha multiplicado la presión para limitar o cortar el gas ruso que sigue fluyendo hacia Europa. Es un recurso básico para países como Alemania, porque depende en un 40%, Austria, un país que pertenece a la UE, pero no a la NATO porque es neutral desde 1955, y Hungría. Si prescindieran del gas, la crisis económica sería extraordinaria y también la sufriría Italia, otro gran dependiente de la energía rusa. Sería cómo dispararse al pie y representaría que las sanciones podrían tener consecuencias tanto o más graves para los sancionadores como para el sancionado régimen de Moscú. Parece increíble, pero es lo que está sobre la mesa con el visto bueno de la CE, que tiene en su presidenta, Ursula von der Leyen, una notable aliada.
El interrogante, que no afirmación, sobre Bucha, no es para hacer buenos a los rusos, sino para ver que, de una vez por todas, intentamos pensar por nuestra propia cuenta.