Las acciones que está emprendiendo EEUU no son las que convienen a Europa, porque empuja a intensificar una guerra y unas consecuencias económicas, que a EEUU le queda lejos, a más que en determinados aspectos, como el de la energía, le favorece.
A fuerza de presionar a Polonia al final ha conseguido que este país le ceda la fuerza aérea que Polonia todavía conserva de los tiempos de la URSS, los Mig 29 a cambio de aviones más modernos. Estos aparatos sobrevolarían Alemania, pasarían a titularidad americana y de allí serían enviados a Ucrania para que los pilotos de ese país los pudieran utilizar.
Es una operación muy peligrosa desde el punto de vista que puede ser considerada por parte de Rusia como una agresión externa. Por otro lado, los expertos consideran que aunque los pilotos ucranianos están familiarizados con estos aparatos de origen ruso, su capacidad para soportar los misiles antiaéreos rusos es muy limitada.
En realidad, todos los movimientos de EE.UU. llevan a una misma conclusión: la voluntad de convertir a Ucrania en una especie de Afganistán para Rusia, es decir, una guerra sin salida fácil que desgaste Moscú a expensas de las víctimas y la destrucción del país ucraniano. Serían los nuevos mujahidines. No es lo que interesa a Europa, nada más lejos de lo que puede irnos bien que tener nuestro particular Afganistán.
La otra vía de presión americana es a través de la energía. Cabe recordar que EEUU desde hace años se convirtió en exportador neto de petróleo y gas y puede permitirse políticas en este sentido que Europa no puede. Por el momento la primera medida ha tenido como consecuencia disparar el precio del petróleo hasta unos increíbles 133 dólares el barril. Basta con anunciar que ni Washington ni Londres importarán petróleo ruso, y pide a Europa que haga lo mismo.
Naturalmente, el juego americano es muy claro, EEUU sólo importa 3,7 millones de toneladas de Rusia y prescindir de esa cifra no significa absolutamente nada. Pero Europa, además del gas absolutamente vital, es el mayor comprador del petróleo ruso con 138,2 millones de toneladas. No puede prescindir de esa fuente que representa casi el 30% de todos los recursos petrolíferos de la Unión. Sin embargo, el anuncio de Biden ha servido para disparar los precios. Los resultados los observan nuestros bolsillos, cuando vemos que debemos pagar la gasolina y el gasoil a cerca de 2 euros el litro y todavía puede subir.
Este hecho es evidente que complica cada vez más el proceso inflacionario, al tiempo que ralentiza la economía. De hecho, ya son pocos los que no dan como seguro que Europa (no EE.UU.) entrará este año en un período de inflación. Por si fuera poco, las restricciones económicas sobre Rusia ya están produciendo sus efectos, provocando que el riesgo de impago de aquel país se dé por supuesto. Si esto sucede Europa registrará un nuevo impacto negativo que empeorará el ya de por sí negativo panorama, dado que esos impagos castigarán de forma grave a los bancos de Austria, Italia y Francia, que están muy expuestos a este mercado. Si esto se produce, es evidente que habrá una reacción en cadena en el ámbito bancario europeo, en una situación en la que el Banco Central ya tiene un margen de maniobra prácticamente nulo para actuar.