Es evidente que la invasión de Ucrania es inaceptable desde todos los puntos de vista. Ahora bien, una vez constatado este hecho, es necesario plantearse cómo hemos llegado hasta aquí y cómo se resuelve esta situación, porque la demonización que hacen algunos medios de comunicación en nuestro país, El País de manera destacada, de Rusia y Putin sólo provocan generar un clima que puede conducirnos a un grave enfrentamiento militar entre occidente y Rusia de consecuencias desconocidas, y en todo caso trágicas.
El escritor ruso Evgueni Vodolazkin, uno de los escritores rusos más reconocidos en la actualidad, hacía unas declaraciones días atrás en las que subrayaba algunos aspectos a tener presentes. El hecho de que Rusia después de la caída de la URSS y durante muchos años, se convirtiera en un país extremadamente amistoso con Europa y cumplió con creces las exigencias de occidente. Quiso articularse con la realidad europea y, tal y como apunta Vodolazkin, recibió gestos de desprecio. El Pacto de Varsovia, la alianza militar de la URSS, se disolvió, pero la OTAN, cuyo único objetivo es enfrentarse a la URSS y ahora a Rusia, no sólo permaneció, sino que se va a ampliar a países que eran limítrofes con la Unión Soviética y esto fue percibido como una gran amenaza, porque los rusos como es lógico no ven a la OTAN con nuestros mismos ojos, sino como un instrumento militar controlado por EEUU y que presenta una imagen amenazante.
La deformación progresiva de lo que en realidad es Putin, un pragmático capaz de acuerdos ahora convertido en un demonio y equiparado a Hitler, insiste en una línea muy desafortunada, que el historiador Christopher Clark subraya como un motivo que forma parte de lo que llama en su libro «Las trampas de la historia». En 2008 Georgia y Ucrania pidieron el ingreso en la OTAN por la vía rápida. Si se hubiera producido este hecho, habrían sido la 4ª y 5ª antiguas repúblicas soviéticas al ingresar en la coalición occidental y se habría convertido en un golpe demoledor para Rusia. Polonia, los países escandinavos, estaban entusiasmados con la idea, y fueron Alemania y Francia, junto a Italia, Hungría y el Benelux los que frenaron la iniciativa. Pero, al mismo tiempo, mantuvieron sus perspectivas futuras. La propia Merkel en ese inicio, ahora ya algo lejano, hizo unas declaraciones en el sentido de que Ucrania entraría en la OTAN sin, no obstante, convertirlo en realidad. Según Clark la confusión entre dos realidades tan distintas como la UE, una estructura civil sin ejército y un aparato de seguridad muy atrofiado, y la OTAN, una alianza militar liderada desde fuera de Europa, desde Washington, ha impedido que allí haya una política coherente europea en relación a Rusia.
Ahora, con la presión en Ucrania, todo es mucho más complicado y difícil de resolver. Pero precisamente por esta característica es más importante que nunca recuperar el hilo y reubicar los términos del conflicto hasta conseguir desactivarlo.
Hay tres hechos históricos que es necesario recordar en este momento. Uno es que la I Guerra Mundial comenzó sin que realmente hubiera conciencia clara de que se iba a iniciar. Es algo terrible que demuestra el extremo al que puede llegar la incapacidad política y los estados de opinión histéricos. La segunda experiencia es la crisis de los misiles en Cuba en el período Kennedy-Jruschov. La imagen visual que tenemos en occidente es que la armada de EEUU impidió con su bloqueo el acceso de los barcos rusos a Cuba y obligó a su retirada, ya que si no hubiera sido así, el ataque americano se habría producido. Pero lo que a menudo se olvida es que junto a esta escenografía visible, existía una intensa negociación entre Moscú y Washington con importantes contrapartidas, porque al tiempo que Rusia renunciaba a equipar con misiles el régimen cubano, se produjo un acuerdo secreto por el que EEUU abandonaba sus posiciones y lanzaderas de Turquía. Es decir, se produjo un acuerdo con concesiones mutuas y se negoció en medio del conflicto.
La tercera experiencia es la del fin de la II Guerra Mundial. A finales de los años 40 y a principios de los 50 del siglo pasado, franceses y alemanes a pesar de la sangre mutua derramada en tantas guerras precedentes y la última tan reciente como terrible de la invasión nazi de Francia, llegaron a la conclusión de que era mucho mejor trabajar juntos que no vivir en un permanente conflicto que basculaba entre la guerra y la paz armada. Se dieron cuenta tarde.
Ahora con el caso de Ucrania estos tres ejemplos deberían ser decisivos a la hora de enfocar la política de Europa y también la de EEUU, algo que con el actual presidente, que manifiesta un carácter bipolar, puede ser difícil. De la fuga inexplicable de Afganistán ha pasado a la beligerancia y dura negociación con Rusia de la fase actual. No es una buena compañía, por esta razón es más importante que nunca que la UE defina un camino propio, entre otras razones porque los costes de las sanciones de Rusia, que pueden ser muy importantes, tendrán un correlato equivalente en nuestro continente. La subida de los precios de la energía y del trigo determinarán un aumento de la inflación, que puede llegar a crecer otros 2 puntos sobre la cifra actual. Y el conflicto social y la crisis económica que esto puede provocar, puede dañar profundamente a unos gobiernos dotados de escasa credibilidad.
Cabe recordar, además, que detrás de Rusia se encuentra China, que Irán mantiene su alianza, que Argelia que es proveedora del gas que consume España, es un aliado histórico de Rusia. Mientras Marruecos ha establecido estrechos lazos con EEUU. Rusia y China están cada vez más presentes en África. Los primeros en forma de ayuda militar y los segundos en inversiones económicas. Todo esto, a EEUU puede quedarle más o menos lejos, aunque les afecte. Pero a Europa sencillamente la rodea.