A estas alturas del calendario, queda claro que tanto el gobierno de la Generalitat, presidido por Pere Aragonès, y el del Ayuntamiento de Barcelona, junto a la alcaldesa Ada Colau, han fracasado rotundamente en sus políticas y objetivos perseguidos. La diferencia radica sólo en que mientras Aragonès fracasa por impotencia, Ada Colau lo hace por la reiteración y la magnitud de los errores cometidos.
Se trata de un fracaso que implica a las cuatro primeras fuerzas políticas de Cataluña y, por tanto, se puede decir sin exagerar que estamos ante una profunda crisis de los partidos y las instituciones de gobierno catalanas.
Tanto en el caso de la Generalitat como del Ayuntamiento existe un continuo goteo de malas noticias que indican pésimos resultados en la gestión. Ahora mismo, por ejemplo, se anuncia que el Primavera Sound 2023 ya no será exclusivo de Barcelona, sino que será compartido por Madrid con lo que significa de pérdida de protagonismo de un evento artístico de primera magnitud. Barcelona ya no sufre la competencia de Madrid, capital que le ha superado en mucho, sino que ve disputada su preeminencia por ciudades muchos menores como es el caso de Málaga, que hace unos años nadie se habría atrevido a equiparar.
Desde el punto de vista de la actividad cultural, tecnológica, del empleo y la dinámica económica, Málaga está corriendo mucho más rápido que Barcelona. Naturalmente, juega a favor de la capital catalana la gran diferencia de tamaño, pero en términos cualitativos Barcelona está dejando de ser aceleradamente líder en muchos ámbitos económicos y culturales.
A este hecho se le une el desbarajuste en el funcionamiento de la ciudad, que tiene en la movilidad una de las principales causas de crítica, pero no la única. También el grave desequilibrio urbanístico. Mientras se pintan nuevas manzanas de color verde, zonas enteras de la ciudad como la ronda de Sant Antoni, una vía crucial, el Raval, la plaza dels Països Catalans y su entorno y un largo etcétera, sufren una profunda degradación urbanística por falta de atención del propio Ayuntamiento.
Resulta increíble a estas alturas que una vía emblemática como Las Ramblas no haya iniciado su remodelación reiteradamente anunciada, aprovechando precisamente el bajón turístico.
En cuanto al gobierno, el último hecho a situar en el ámbito negativo es el anuncio de que finalmente el grupo Volkswagen-Seat persigue instalar su gran factoría de baterías en Sagunto. No irá a Extremadura, como prefería el gobierno español, pero tampoco se instalará en las proximidades de la planta de Martorell, como había sido un propósito inicial.
Ya no se trata de que la famosa mesa de diálogo sea una ficción, sino que la propia comisión bilateral, aquella que establece los traspasos de competencias, después de su reciente reunión, presenta un balance muy pobre. El propio presidente Aragonès ha calificado de «pequeños, parciales e insuficientes» los resultados. Pero además de la queja, cabe preguntarse de qué es capaz el gobierno catalán para conseguir mejores resultados, sobre todo si se considera que 13 diputados del partido de Aragonès en el Congreso son decisivos para Sánchez.
El presidente de la Generalitat debe acabar con este listado de lamentaciones y peticiones que caen en el vacío y utilizar la fuerza política de que dispone, una de las mayores que nunca ha tenido un gobierno catalán en Madrid, por la debilidad parlamentaria de Sánchez, por obtener resultados tangibles. Mientras esto no se produzca, el balance del gobierno es un fracaso que se caracteriza además por sus incomparecencias.
No hace falta recordar una tan notoria como su ausencia en la factoría de Seat cuando la visita del rey, un pecado que seguramente todavía expiamos. Pero es que además la Generalitat renuncia, por razones que ella sabrá, a la cuota de poder que le corresponde con las presencias europeas. De forma rotativa, las autonomías tienen presencia en diversos ámbitos de la UE. Pero todos los que le han ido correspondiendo a la Generalitat han sido objeto de renuncia. Se trata de los consejos europeos sectoriales. El año pasado cedió su puesto al Consejo de Empleo, Políticas Sociales, Sanidad y Consumidores, así como al Consejo de Sanidad. Este año le corresponde el Consejo de Juventud y en 2023 al de Medio Ambiente.
Aragonès por su parte sigue sin asistir a las reuniones de presidentes autonómico, de la misma forma que lo hace Jaume Giró en los debates de financiación económicos. Estas ausencias, ligadas a la migración de resultados, es dispararse al pie porque en aras de una independencia sin horizonte no se puede estar renunciando al poder que confiere la presencia y participación política en las instancias que tratan de cuestiones decisivas para la vida de los catalanes y su economía.