Esta pasada primavera el Pew Research Center, seguramente la institución mundial más acreditada en estudios de opinión, llevó a cabo una encuesta en 17 países desarrollados de todo el mundo para interesarse sobre cuáles eran las fuentes de significado para la vida de las personas. Es decir, lo que era más importante para dar sentido a su vida. Se ofrecían seis opciones: familia, empleo, amigos, bienestar material, salud y sociedad.
De los países encuestados había dos de Oceanía, Australia y Nueva Zelanda, los 4 más desarrollados de Oriente, Singapur, Japón, Corea del Sur y Taiwán, América del Norte y Canadá, y el resto eran europeos, Suecia, Francia, Grecia, Alemania, Italia, Países Bajos, Bélgica y España. De este conjunto, todos, excepto tres, señalaban a la familia como la primera fuente de sentido para sus vidas. Se referían a la relación con los padres, hermanos, hijos, nietos. También el tiempo de calidad pasado con los familiares y la satisfacción que obtienen de los logros de los objetivos que alcanzan los miembros de la familia.
Para los países desarrollando, en definitiva, la familia es el principio básico que aporta significado a sus vidas. En el caso de Italia, este primer puesto está compartido con el trabajo, el empleo. De esta amplia mayoría existen tres excepciones que, en principio, podríamos pensar que corresponden a coordenadas culturales lejanas. Se trata de Corea del Sur, cuya primera prioridad es el bienestar material, y la familia queda relegada a una tercera posición. El otro es Taiwán donde el primer puesto corresponde a la sociedad, algo que puede tener una posible explicación en la permanente y continuada amenaza de China, pero esto no pasa de ser una hipótesis, y donde también la familia queda relegada al tercero lugar.
De todos los países, en los que la familia ocupa el peor lugar, el cuarto, es España. Parece insólito que un país mediterráneo como Grecia e Italia, de raíz católica, la familia haya desaparecido prácticamente de escena. Y con ésta, la sociedad, porque ocupa el último lugar que es una característica bastante propia de los países anglosajones en los que también se sitúa en quinta posición, caso de Nueva Zelanda y Australia, o ni siquiera aparece entre los 5 primeros como el Reino Unido o EE.UU.
Es la visión propia de una concepción individualista de la vida, pero que en el caso de España no procede, porque su sistema de bienestar y las actitudes de la población van en sentido contrario. No prima el individualismo, sino que reclaman del estado que les resuelva los principales problemas de su existencia. Los españoles, y los catalanes no son una excepción, antes que a la familia, se sitúa en primer término la salud, que no deja de ser un deseo razonable y que también expresa ese sentido individualista, y a continuación el bienestar material y el empleo, el trabajo. Tendríamos así configurada una sociedad fuertemente contradictoria que aspiraría, por un lado, a bienes individualistas y por otro, tendría como elemento secundario de significación para su vida lo que permite construir un bienestar común, el interés por la familia y la sociedad. Que España presente perfiles más propios de Corea del Sur en un determinado sentido y del individualismo anglosajón por otro, pero que no estamos dispuestos a incurrir en el esfuerzo de los surcoreanos ni con afrontar la vida en el sentido de valerse básicamente por uno mismo, como los anglosajones, indicaría un sesgo importante en la concepción de lo que debe ser el significado de la vida de las personas.
Estos datos, que no dejan de ser una encuesta, son coherentes con el problema más relevante a largo plazo que tienen planteado Cataluña y España, que es el de la natalidad y el de la progresiva desaparición de la familia. Podrá encontrar más información aquí .