El titular no es ninguna broma, si bien lo parece porque podría dar pie a un anuncio en los periódicos tipo «Sánchez y Aragonés buscan contenido para la mesa de diálogo. Se recompensará a quien aporte propuestas concretas ”. El titular es la reproducción literal de lo que El País publicó este domingo 9 de enero. Sin que, al parecer, despertara señal alguna de alarma. No vamos bien. Si se encuentra normal que una mesa de diálogo, teóricamente tan importante como para solucionar el conflicto con el independentismo, esté dando vueltas sobre qué deben hablar para poder reunirse, es que algo muy profundo falla, y parece que esa mesa de diálogo sea un «bluf» para entretener a la concurrencia.
Más bien, y todo esto ocurre como detalla con pelos y señales la información, pese a que existe un diálogo continuado entre la Moncloa y la Generalitat, sobre todo entre el ministro de Presidencia, Félix Bolaños, y la consellera Laura Vilagrà. Precisamente la información del diario gubernamental, El País, tiene un especial interés en remarcar una y otra vez la fluidez de la conversación política entre ambas instancias.
También remarca que la Moncloa no tiene mucha prisa en reunir la mesa de diálogo, porque tiene otros temas más relevantes: La pandemia (a pesar de que no parece clara la importancia que en la práctica le está dando gracias a la cogobernanza), los fondos europeos y, sobre todo, que esto ya no lo dice el diario gubernamental, a las próximas elecciones en Castilla y León.
Es obvio que con este tipo de planteamiento la seriedad con la que el gobierno español y sus poderes fácticos se toman las reivindicaciones catalanas es perfectamente descriptible. El estado de la cuestión es transparente, pese a la falta de información, cuando el conseller de empresa y destacado líder de ERC, Roger Torrent, miembro de la mesa de diálogo, se ha negado a informar de los avances que allí ha habido con las negociaciones después de la primera reunión que fue el 15 de septiembre de 2021.
Si los catalanes y, en particular el gobierno, no se toman en serio sus propias posiciones y actúan políticamente de manera consecuente con lo que dicen reclamar, es absolutamente imposible que nadie nos tome en serio.