Es realmente insólito, e incluso peligroso, que una sociedad que lleva en sus hombros más de 100.000 muertos, no exija de sus responsables políticos un balance claro y concreto, un inventario de errores y una definición de cuál es el proyecto para evitar en el futuro, porque parece como si cada nueva ola nos cogiera con las mismas condiciones de improvisación, como constata ampliamente el penoso estado de la asistencia primaria de la sanidad pública.
De ahí la importancia de examinar a principios de año algunas de las principales características de lo que ha sucedido hasta ahora. Son 5 los indicadores que permiten evaluar la situación.
Es primero y decisivo, porque es el más importante de todos, es la cifra de muertes. El segundo, las consecuencias poco visibles, pero muy reales como saben bien los profesionales de la sanidad, de las consecuencias negativas que la prioridad de lucha contra la covid ha generado a lo largo de casi 2 años, sobre la atención a otras patologías. El tercero, también bien desconocido y mal abordado, son las secuelas de la covid permanente. En una estimación imprecisa, calculan que 100.000 personas pueden haberla sufrido, sin tener claro cuántas la han superado. El cuarto factor es el de los sufrimientos de todo tipo, psicológicos médicos, materiales, económicos, que la covid ha ocasionado en la vida de las personas. Y por último, la alteración grave de la economía y la capacidad de ésta de recuperarse. Barcelona ciudad es un buen ejemplo de cómo el estrago, que se inició en marzo de hace dos años, todavía marca negativamente la actividad de la ciudad.
En el caso de Cataluña, y si tomamos como referencia la ya apuntada como más importante, el número de muertes, es evidente por la magnitud de las cifras que hace falta una explicación del gobierno, una intervención, creando una comisión especial del Parlamento y un amplio debate ciudadano. En Cataluña han muerto de covid, según datos oficiales, es decir aquellas personas a quienes se ha podido autentificar que aquella era la causa de la muerte, 24.623 personas. Desde 1940 no ha habido ninguna catástrofe en Cataluña que pueda compararse ni de lejos con esta mortalidad, que continúa a diario con un goteo de cifras extraordinario. Incluso ahora, que todo el mundo coincide en que la variante ómicrón y debido a la vacunación el número de muertes es bajo, sufrimos la pérdida del orden de 20-25 conciudadanos todos los días. Si se mira fríamente, se constata que es una cifra extraordinariamente alta. Por situar un punto de comparación, mueren tantas personas por covid en 2 días como mujeres son muertas por su pareja en un año. Y la diferencia de atención y medidas entre una tragedia y otra es extraordinaria a favor de la segunda.Hay una gran insensibilización en relación con los muertos y los dramas de la covid y eso dice poco de nuestra sociedad y menos, mucho menos, de los partidos políticos y sobre todo del gobierno.
Pero estas 24.000 y pico personas fallecidas son muchas, porque además del valor absoluto, la comparación siempre aporta una visión más completa. Y es precisamente esta comparación la que debe alertarnos y la que exige debate, examen, luz y taquígrafo, porque si lo referimos al total de muertes de España, 89.405, representa un 27,5% , cuando la población catalana es sólo el 16,6% de la española. Prácticamente, 9 puntos más es una brutalidad, es una diferencia de más del 50%.
Pero es que a la cifra hay que añadir que Cataluña ha destacado, ahora mismo lo estamos viviendo, por medidas más restrictivas, con mayor impacto negativo sobre la economía. No tenemos poblaciones de riesgo, es decir, personas de edad avanzada, en una proporción tan grande como puedan tener otras comunidades autónomas como Castilla y León o Galicia. Nuestro clima nos ha permitido utilizar el aire libre en un período mucho mayor que las zonas del interior y el norte de España. El carácter cosmopolita de Barcelona y, por tanto, la facilidad del contagio, quedó truncada ya en marzo del año pasado. Es evidente que hay mucha tela que cortar para averiguar qué ha pasado para que muera tanta gente en Cataluña. Porque incluso si comparamos las cifras oficiales catalanas de muertes confirmadas por covid con el exceso de mortalidad del conjunto de España, y, por tanto, una cifra mayor porque incorpora muertes no confirmadas, nuestra magnitud se sitúa en torno al 25 %, que sigue siendo una cifra desmesuradamente alta.