Francia presidirá la UE durante el primer semestre del próximo año. El tiempo de este liderazgo institucional francés en Europa se solapará con la campaña de las elecciones presidenciales francesas, que se celebran en el mes de abril, y con el final de la Conferencia sobre el Futuro de Europa, prevista para el día 9 de mayo (día de Europa). Francia, por su parte, aprovechará la oportunidad para dar el empuje final a las largas negociaciones del acuerdo de asociación entre Andorra y la UE, iniciadas en 2015.
Los Estados miembros de la UE que ejercen la presidencia colaboran estrechamente en grupos de tres, denominados Trios. El Trío fija los objetivos a largo plazo y elabora un programa común con los temas y principales asuntos que abordará el Consejo en un período de dieciocho meses. De acuerdo con este programa, cada uno de los tres países elabora un programa semestral con más detalle, como ya ha hecho Francia. El Trío actual está formado por Francia, Chequia y Suecia.
El 9 de diciembre el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, ha presentado en París una lista de ambiciosos proyectos para la próxima presidencia francesa de la UE.
Al día siguiente ha recibido en el palacio del Elíseo la primera visita al exterior del nuevo canciller alemán, Olaf Scholz. El éxito de los planes franceses para la próxima presidencia europea dependerá de la complicidad del nuevo Gobierno de Berlín. Ya se sabe: sin el motor franco-alemán, nada importante se puede mover en Europa. Pero también es cierto que sólo con el apoyo del eje franco-alemán no es suficiente para poder sacar adelante proyectos relevantes en la UE. Macron no ha mencionado al nuevo canciller alemán las profundas diferencias que existen con la nueva coalición tripartita que gobierna en Berlín desde hace pocos días, en áreas tan importantes como defensa, energía o eliminación del veto en las decisiones del Consejo Europeo. Por ejemplo, en materia de energía nuclear, llama la atención las posiciones radicalmente opuestas que mantienen ambos países.
Una de las prioridades de la presidencia francesa consiste en un control estricto de las fronteras y del flujo migratorio para evitar crisis como las recientes en la frontera con Bielorrusia y el paso de Calais.
El énfasis de Macron en mejorar la gestión de las fronteras y en reformar la zona Schengen se enmarca en la idea general de avanzar hacia “una Europa plenamente soberana”, “propietaria de su destino” y “potente en el mundo”. El problema para Macron es que, al enumerar estos argumentos, da la sensación de que traslada simplemente a la UE las mismas ambiciones que tiene Francia como Estado, aunque disfrazadas de europeísmo. La búsqueda de una obstinada «autonomía estratégica» es una política que todos los presidentes franceses, con matices, han mantenido desde De Gaulle. Esto provoca desconfianza tanto en Berlín como en la OTAN. Ven una Francia que se busca más a sí misma que los intereses generales europeos.
La cuestión de las fronteras y de la inmigración será clave en la campaña electoral francesa de las presidenciales, porque tanto la derecha como la extrema derecha, con mayor o menor populismo y demagogia, se abocarán a diario. Macron no podrá quedar al margen y se presentará en la campaña con la ventaja de ser presidente temporal de la UE. Ha propuesto «un pilotaje de la zona Schengen», a imagen y semejanza de lo que se hace en el ámbito de la economía y las finanzas. Esto significa reuniones regulares de los ministros responsables de fronteras e inmigración. París quiere plantear un mecanismo institucionalizado de ayuda de emergencia a un país en caso de grave crisis. Este mecanismo preverá el despliegue de efectivos de Frontex, la agencia europea de vigilancia de fronteras, y medios humanos y materiales de otros países socios. Macron también sugiere mejorar la cooperación con los países emisores de migración.
Otra prioridad de la presidencia francesa es defensa y seguridad.
Tras el Brexit, Francia queda como la única gran potencia militar europea con armamento nuclear de la UE. París aspira a finalizar el libro blanco europeo sobre la materia, un documento que definirá las amenazas comunes y las respuestas que deben darse en cuanto a cooperación operativa, maniobras conjuntas y alianzas industriales. Este libro debe estar ultimado a tiempo para plantear una actitud común en la cumbre de la OTAN de Madrid en el mes de junio del próximo año. Francia hará hincapié en la relación con África, donde tiene grandes intereses como gran potencia colonial que ha sido en ese continente. La intención de París es “europeizar” el actual compromiso francés en el Sahel, es decir, conseguir que otros socios se impliquen más en la ofensiva antiyihadista y de ayuda a los frágiles países de la región, y naturalmente conseguir de paso que paguen más. Está prevista una cumbre entre la UE y la Unión Africana, que tendrá lugar en Bruselas. Francia también organizará una cumbre sobre la región de los Balcanes occidentales, otra región sensible y de alto riesgo.
«cada uno de los países de Europa son pequeños a escala global, pero algunos todavía no se han dado cuenta de esta realidad»
Macron ha pronunciado largos discursos con muchas propuestas sobre el futuro de Europa que no han acabado teniendo gran trascendencia en la práctica. En uno de ellos, pronunciado en 2019, diagnosticó «la muerte cerebral» de la OTAN. El diagnóstico no gustó a la entonces cancillera Angela Merkel, que le calificó de «inoportuno». Macron ha sido un presidente continuista de la tradicional aspiración de Francia a una autonomía estratégica y actuar como una «potencia de equilibrio» en la escena global. Al igual que Reino Unido, todavía juega a «potencia global», en el caso francés envuelta en la bandera de la integración europea y en el caso británico desde el regazo de Estados Unidos. Ambos Estados siguen ignorando aquella sabia dicha que se atribuye al político belga Paul Henri Spaak, uno de los Padres Fundadores de la UE y segundo secretario general de la OTAN: «cada uno de los países de Europa son pequeños a escala global, pero algunos todavía no se han dado cuenta de esa realidad».
Francia, con sus pretensiones de dominio, siempre ha sido incómoda en la OTAN y durante un cierto tiempo incluso se retiró de esta organización, para acabar volviendo. Siempre le ha sido difícil conciliar sus deseos con el peso hegemónico de Estados Unidos en el seno de la Alianza atlántica, con una Alemania dentro que sabe que no puede levantar la cabeza en materia de defensa como potencia derrotada que es y siempre arrastrando su pasado nazi.
Su primer secretario general, el británico Lord Ismay, definió de forma clarividente en los años cincuenta del siglo pasado el objetivo de la OTAN: «mantener a los soviéticos fuera, a los americanos dentro y a los alemanes debajo». Este objetivo sigue vigente, cambiando la URSS por la Rusia de Putin y ampliando la cuestión alemana a la dimensión europea
la OTAN sólo puede seguir siendo importante para los americanos en la medida en que sitúe a China y la innovación tecnológica en el centro de sus prioridades
Mantener a Estados Unidos dentro sigue siendo obviamente la clave de vuelta. De los 30 estados miembros de la OTAN, sólo 11 cumplen el objetivo de mantener el gasto en defensa por encima del 2% del PIB, mientras que Estados Unidos representa el 71% del gasto de la organización y dedica casi un 4 % de su PIB en defensa. Actualmente, Estados Unidos ve a China como su máximo rival a escala global. Ante este hecho, la OTAN sólo puede seguir siendo importante para los americanos en la medida en que sitúe a China y la innovación tecnológica en el centro de sus prioridades. Alemania teme que si la UE se dotara de una autonomía más consolidada, esto podría molestar a los americanos. Los países del este, con Polonia al frente -cuarto país en importancia de la UE tras el Brexit- se sienten amenazados por la Rusia de Putin y sólo confían en la protección de Estados Unidos.
El secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, ha sostenido recientemente diferencias importantes con los ministros franceses de exteriores y de defensa. Soltenberg es partidario de que la OTAN adopte «una perspectiva global», porque el mundo de hoy no es el mismo que el del 2010 -año del último plan estratégico de la organización- y han surgido nuevas amenazas. El secretario general se ha referido a la agresividad rusa y la gran emergencia de China, así como a los peligros derivados de la militarización del espacio, la guerra cibernética, los conflictos híbridos o el cambio climático. En cambio, según los ministros franceses, la OTAN «debe volver a lo básico», sostienen que «Francia estará vigilante» y que la OTAN debe ser una «alianza de defensa colectiva» centrada en el espacio euro atlántico y en ningún otro“.
Francia se ha sentido traicionada por la reciente creación del pacto defensivo AUKUS entre Washington, Camberra y Londres. Macron no está dispuesto a aceptar ninguna otra humillación. La ministra francesa de defensa, por si acaso, acaba de reafirmar la voluntad francesa de mantener su propio arsenal atómico, y nada de compartirlo con sus socios europeos. Como tampoco convertir en europeo su asiento de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.
Un tercer ámbito prioritario de la presidencia francesa es el económico.
París quiere construir consensos para consolidar un nuevo modelo de crecimiento e inversión europeos que ya empezó a plasmarse en el plan de recuperación después de la crisis de la pandemia (Next Generation EU). Macron pulsará el acelerador para que la UE sea una potencia en la transición energética y en la economía digital, “palancas” de empleo que deben desarrollarse al máximo. Francia piensa que las normas de déficit y deuda europeas deben seguir siendo flexibles para apoyar la recuperación y que no debe ser un tabú la adopción de otros planes de estímulo, como el aprobado para afrontar la pandemia. Alemania y los países llamados “frugales“ -Países Bajos más los tres bálticos, los tres nórdicos e Irlanda- no lo ven así. El nuevo ministro de Economía alemán que pertenece al Partido Liberal, está a favor de volver rápidamente al rigor presupuestario. España e Italia, países muy endeudados y con fuertes déficits, son naturalmente favorables a las propuestas económicas de Macron.
Macron da la sensación de que traslada simplemente a la UE las mismas ambiciones que tiene Francia como Estado, aunque disfrazadas de europeísmo Share on X