Impasible el posado del gobierno español, y el de la Generalitat sigue el mismo comportamiento punto por punto. Se ubica como observador externo del extraordinario crecimiento de la pandemia, al que se le añade la amenaza de la nueva variante del ómicron. Vemos que en Europa van mal y Sánchez y compañía sacan pecho argumentando que España no tiene problema porque el nivel de vacunación es mucho mayor. Esto es una evidencia, la vacunación protege. Pero también es una evidencia científica que no es suficiente. Salvando las distancias, precisamente producidas gracias a la vacuna, la actitud española y catalana se asemejan mucho a la que trágicamente mantuvieron durante la primera ola. Aunque observaban que en Italia los casos iban disparados, aquí nos explicaban que no había problema y todo estaba controlado. Están repitiendo un grave error y esto es posible porque no han rendido cuentas y no se han extraído conclusiones de todos los daños y errores precedentes. Además, cabe añadir que, a diferencia de Europa, nuestro país va ya por la sexta ola.
Situamos los hechos: hay una alerta hospitalaria porque cada vez llegan más enfermos de 60 años y, por tanto, personas que no sólo deben ser hospitalizadas, sino que una parte de estos casos pasarán a las UCI. Tampoco es un hecho menor la circunstancia poco explicada de que 1 de cada 3 personas que entra en la UCI morirá. Tenemos una tragedia diaria en el país como si cada día se estuvieran estrellando aviones de pasajeros, pero por lo visto nos hemos inmunizado ante la muerte, siempre que sea la de los demás.
Un segundo hecho es que los expertos avisan de que la tercera dosis llega tarde, y ésta es una canción que ya sabemos. Desde la primera oleada siempre llegamos tarde, excepto en el caso de la vacunación, hasta llegar al momento presente, porque actualmente las personas mayores de 70 años no están todavía totalmente vacunadas con la dosis de refuerzo. Los de 60 en su inmensa mayoría, la tercera vacuna ni la han olido y son personas de riesgo porque en muchas de ellas la capacidad defensiva ha caído mucho, y ya no digamos la gente mayor de 40.
A todo esto se le añade otro hecho que resulta incomprensible. Por un lado, se quiere prohibir el consumo de tabaco incluso en espacios de propiedad personal, como son los interiores de los coches, o en lugares en los que la ventilación está asegurada, como las terrazas. Y esto se hace en nombre del daño que ocasiona a la persona, que ella misma no respeta, y lo que puede ocasionar a un tercero que inhale el humo. Sin embargo, estas mismas y duras prohibiciones no se ejercen en relación a las personas que no se quieren vacunar y que generan un peligro para ellos y para los demás mucho más grave que el hecho de fumar un cigarrillo.
Un cuarto hecho es que el ómicron avanza por todas partes a pasos acelerados, como ya ha advertido la OMS, a lo que hay que añadir que en España en proporción se secuencia poco la genética de la cóvid y en consecuencia tenemos una visión de la presencia de el ómicron limitada.
En esta tesitura, es lógico que la Unión Europea haya instado a los estados a tomar medidas más duras de restricción de los contactos y movilidad, pero España se mantiene ajena a esta recomendación una vez más. Ya lo hizo en la primera ola cuando semanas antes la OMS había declarado la alerta internacional y aquí no se hizo caso alguno. Además la tendencia ascendente y, por tanto, su modalización y previsión, es clara a partir de noviembre, precisamente cuando el ministro Bolaños, el más importante del gobierno y próximo al presidente Sánchez, declaró que la pandemia se encontraba en fase de control.