Rahola se queda sola

Reconozco que durante bastante tiempo la aparición de Pilar Rahola en televisión me provocaba zapping. En cuanto salía en la pantalla, cambiaba de canal. No podía evitarlo. Me disgusta la gente que grita en un programa como forma de imponer sus argumentos ante otro contertulio. Incluso aunque tenga razón, creo que la pierde cuando eleva el tono por encima de lo soportable, cuando interrumpe constantemente para romper el hilo de sus compañeros de debate… La había visto, y oído (también en la radio era así) demasiadas veces comportarse de aquella manera y dije “basta”. Una especie de boicot silencioso, y quizá poco eficaz, pero me daba mucha tranquilidad dejar de verla o escucharla.

Cuando empezó a colaborar en La Vanguardia, de vez en cuando leía sus artículos. Si no escribía de política, sino de literatura, del modelo de sociedad, o incluso acerca de los sentimientos, me parecía otra persona distinta, mucho más sensata y equilibrada. Como si dentro de ella convivieran dos personalidades diversas, muy opuestas entre sí. No pretendo psicoanalizarla, ni mucho menos, pero ese contraste me sorprendía. Tuve ocasión de conocerla en el programa dirigido y presentado por el maestro Josep Cuní, en 8TV (8 al día). Tenían una sección diaria ellos dos, en la que debatían de manera amigable como un matrimonio que lleva ya muchos años de convivencia, y normalmente se controlaba sus impulsos. De vez en cuando participaba en la tertulia los días de elecciones, y he de confesar que cuando coincidí y hablé con ella fue siempre muy amable, y en los debates me tenía mucho respeto, el mismo que yo intento tener con todo el mundo, dentro y fuera de los medios. Me comentó alguna vez que ella prefería no debatir, salvo excepciones (los programas en noches electorales, por ejemplo), en tertulias con más gente. Se había cansado de discutir, según me dijo. Me pareció adivinar en sus palabras un primer indicio de divismo. Según ella, los lunes en Rac1, en Can Basté, ya eran suficientes para ella. Grandes discusiones a gritos con López Alegre que como digo, me obligaban a cambiar de emisora.

Después del 1-O de 2017 la cosa se complicó. Todo el mundo estaba muy nervioso. Durante un tiempo en esa época estuve colaborando en el programa “Tot es mou” de TV3, coincidiendo con el breve mandato presidencial de Quim Torra, en la Generalitat de Catalunya. Un personaje que espero que podamos olvidar pronto, por el nivel de degradación al que llegó la institución mientras él estuvo al frente, ya muy maltrecha tras la época de Puigdemont. Coincidí de nuevo con ella en alguna tertulia, en días especiales. Llegó a tener una sección en TV3 que se llamaba “Hola, Rahola”, un monólogo en el que no tenía que discutir con nadie. Al estilo de los largos discursos televisados de Fidel Castro o Hugo Chávez. Más de una persona del equipo me dijo que si estaba allí era porque tenía información de primera mano del Palau de la Generalitat, del entorno convergente, luego PDCAT, luego Junts. Nos llegó a explicar un día a sus compañeros de tertulia que le escribía los discursos a Torra, y comprobamos que era así, literalmente. De nuevo me trató siempre con mucha educación, a veces diría que incluso de manera exageradamente amable y cariñosa, aunque yo siempre lo prefiero así a que me griten o me insulten, como ocurre a menudo en las redes sociales. Es cierto que recuerdo un día en que dije algo que no le gustó y cuando acabó el programa y fui a despedirme de ella, rechazó mi saludo. Me quedé de piedra, me dijo que no estaba de acuerdo en lo que había dicho sobre alguno de los políticos independentistas procesados y reaccionó de muy malas maneras. Segundo aviso de un ego alterado por una conducta que no es de su agrado. Doctor Jekyll y Mr. Hyde, sin duda. De la seducción a la ira en apenas unos segundos.

Por razones que no vienen al caso, dejé de asistir al programa y no supe nada más de ella hasta hace apenas tres semanas, cuando me propusieron participar en el programa FAQS de TV3 en un mano a mano. La verdad es que inicialmente pensé en decir que no, sin más. No sé qué podía aportarme de positivo exactamente mi participación en ese espacio. He sido muy crítico con TV3 los últimos años. Ya no es la televisión que fue, la “nostra”, la de todos los catalanes. El “procés” la ha convertido en una televisión “de parte”, con el agravante de que se trata de una institución pública que pagamos entre todos con nuestros impuestos. Pero el director de ese programa, Pere Mas, es compañero de promoción de Periodismo en la UAB y mantengo con él una buena relación, aunque discrepemos políticamente de algunos temas. Me insistió en que me tratarían muy bien y me explicó las dificultades que tienen para encontrar gente dispuesta a debatir con Rahola. Yo le pedí expresamente hablar del modelo de televisión pública en Catalunya, pero él me dijo que los temas de actualidad eran dos: la detención y posterior puesta en libertad de Josep Costa por parte de una magistrada del TSJC por negarse a asistir a declarar cuando fue citado y la polémica en torno a la propuesta de reforma del Reglamento del Parlament para evitar la dimisión obligada de su Presidenta, Laura Borrás, procesada por varios delitos de corrupción, cuando se abriera el juicio oral.  Aún así, me garantizó que yo podría hablar de lo que quisiera y que, cuando le habían comunicado a Pilar Rahola que yo sería su contrincante, se mostró encantada. Dijo que yo era una persona “elegante y educada” y que daba gusto discutir conmigo, y Mas me aseguró que ella haría un esfuerzo por dejarme hablar y comportarse correctamente. Tras pensarlo durante un día, acabé por decir que sí. Pensé que era una oportunidad para explicar en TV3 algunas cosas que no se acostumbran a escuchar allí, aun a riesgo de acabar convirtiéndome de nuevo en una “cuota” ideológica para demostrar la pluralidad de la cadena. Por cierto, cuando me comentaron lo que cobraban los colaboradores habituales del programa, y el “plus de peligrosidad” que abonaban por enfrentarse a ella, pensé en los malos tiempos por los que está pasando la profesión periodística. La suma de lo que cobra un colaborador de los de “silla” del FAQS y lo que me pagaron a mí por participar en el programa no llega, ni de lejos, a los 500€. Tal cual. Juzguen ustedes si es mucho o poco, y si, fuera proporcional, si no sería fácil revelar lo que cobra Pilar Rahola semanalmente por colaborar en un programa de la televisión pública que pagamos entre todos, aunque sea a través de una productora.

Me dio la “bienvenida” en las redes unos días antes, como si aquello fuera su casa (de hecho se mueve por aquellos pasillos como si lo fuera), y de nuevo cuando nos encontramos allí fue extremadamente amable conmigo. Me dijo que a veces le ponen contrincantes que le “duran 5 minutos”, y que estaba encantada en debatir con alguien como yo, que tenía “mucha mili” (en efecto, tuve que cumplir en su día con el servicio militar obligatorio, mientras que le recordé que ella seguro que no), que mi presencia la obligaba a esforzarse y a preparar bien los temas. Halagos y más halagos que a mi edad apenas causan efecto.

El debate empezó bien, y he de certificar que la conductora del programa, Cristina Puig, a mi entender estuvo impecable desde el punto de vista profesional. Nos conocemos desde hace años y hemos trabajado en el mismo medio. Les regalé a ambas un libro que escribí (“Álvaro ha dejado el grupo”, sobre mi experiencia como descubridor y mánager del artista internacional Álvaro Soler)  y que no pude presentar por causa de la pandemia y aunque les dije que no hacía falta, me obsequiaron con una cuña publicitaria mostrándolo a las cámaras. Mientras comentamos el tema Costa, todo parecía evolucionar de manera calmada. Ella se lo había preparado bien. Creo que sería capaz incluso de decir con quién había hablado por los argumentos que me dio, no en vano soy también abogado y conozco a buenos procesalistas que seguro que le apuntaron las claves de un asunto que para mí se podía resolver en un par de minutos. Pero cuando ella misma citó a la presidenta del Parlament y yo quise explicar la situación tan escandalosa que representa mantener en su puesto al segundo cargo más importante de Catalunya, procesada por prevaricación, malversación de caudales públicos, fraude a la Administración y falsedad documental (por fragmentar contratos para favorecer a un amigo condenado por tráfico de drogas y falsificación de moneda), no hubo manera. Me acusó de querer “ensuciar” el nombre de Borrás, de desviar la atención para no hablar de otros temas más importantes… cuando ese asunto era exactamente lo que habíamos pactado con la dirección del programa. Así que, visto que era imposible debatir con ella, decidí trasladarle la pregunta que me habían solicitado que le hiciera dos periodistas de dos medios importantes de Catalunya, y que una diputada del PSC (de apellido coincidente con el mío, pero sin parentesco alguno conmigo) había formulado hacía días en el Parlament de Catalunya. Y que parece ser el secreto mejor guardado del país, ya que seguimos sin saberlo. ¿Cuánto cobra Pilar Rahola de TV3? También aproveché para denunciar el grave ataque a la libertad de información que supone la retirada de su acreditación a un periodista por parte del Govern de la Generalitat por formular una pregunta que les pareció inconveniente (aunque reproducía exactamente lo mismo que habían dicho dos colaboradores de un programa supuestamente humorístico de TV3).

Ya sabéis el final. Se acabó la amabilidad. Me acusó de juego sucio, perdió los papeles, y cuando acabó el programa siguió imprecándome a gritos fuera del plató y me negó el beso de despedida apartándome con la mano. Se marchó irritada y al poco regresó con el libro que le regalé y me dijo: “Ten, te devuelvo el libro, no lo quiero”. Le pregunté si estaba segura, y me dijo que sí, y me marché a mi casa algo sorprendido de la reacción, a mi juicio tan desproporcionada, por formular una pregunta que no me parece ni insultante ni ofensiva. Creo que mantuve la compostura durante todo el programa, y os aseguro que no es fácil por mucho autocontrol que ejerzas sobre ti mismo, pero llegué a la conclusión de que discutir civilizadamente con ella es, simplemente, imposible.

Insultó también a mis seguidores en Twitter llamándoles “raros”, y demostró no entender nada de cómo funcionan hoy en día las redes y los medios, directamente relacionados y vinculados. De ahí que luego escribí que aquello me pareció el final de una etapa para ella, el canto del cisne, el ocaso de una manera de entender el debate en televisión que creo que está ya periclitada, al menos en una televisión pública.

Dudo mucho que ella tenga ganas, ni yo tampoco, de volver a debatir en un programa conmigo sobre lo que sea, porque ella acaba hablando de lo que quiere y si te desvías del camino que ella marca, te ataca a la yugular sin piedad. No sé si es soberbia, narcisismo o intolerancia, pero no me siento a gusto discutiendo con alguien que tan pronto te adora como te odia y te niega el saludo o te devuelve un regalo. Una persona que la conoce muy bien me dijo una vez que “Rahola es una mujer que piensa como un hombre”. No sé si es verdad, y menos en estos tiempos tan convulsos en que el género “fluctúa” y es un factor relativo y cambiante. Pero sin duda, a mí no me volverán a ver en televisión debatiendo con ella.

*Este artículo ha sido publicado originalmente en la edición digital de EL TRIANGLE

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