La guerra que han emprendido estos dos partidos entre ellos no cesa, sino que progresa día a día hasta el extremo de hacer difícil entender cómo configurar un gobierno dotado de la mínima coherencia.
Ahora el motivo ha sido la crítica del secretario general de JxCat, Jordi Sánchez, a ERC porque «han regalado la tramitación de las cuentas a cambio de nada«. «Es una oportunidad perdida para el independentismo, que no ha sabido hacer valer su posición de fuerza frente a un gobierno español que no tiene mayoría». Estas declaraciones, que apuntan a un agujero real de los republicanos, han sido airadamente respondidas por el propio Pere Aragonès quien rechazaba que le dieran lecciones de independentismo. Pero más allá de las disputas entre los independentistas, cabe decir que no se trata de dar lecciones sobre esta materia, ellos sabrán sino, algo más inmediato y real, lecciones de qué y cómo negociar. Porque es evidente que en esta ocasión Jordi Sánchez tiene toda la razón.
Recordemos hechos, porque la memoria es frágil:
Pere Aragonès empezó a ejercer no hace tantos meses con las banderas desplegadas de reivindicar el referéndum y la amnistía. Cuando se acercó la perspectiva más concreta y real de negociar los presupuestos, aquellas grandes enseñas desaparecieron y surgieron cosas, digamos que más “autonomistas”.
Una era el tratamiento del catalán en la futura ley que regula los medios audiovisuales, la modificación de los delitos de sedición en el Código Penal y el traspaso efectivo de Cercanías. Eran temas importantes, pero ni mucho menos configuraban el paquete que sin moverse del realismo autonómico ERC puede poner sobre la mesa, porque en definitiva los presupuestos dependen de ellos.
Había en este sentido dos grandes cuestiones ignoradas por los republicanos. Una habría sido el calendario de finalización de las grandes obras que llevan años colgadas en Catalunya, iniciadas y mal terminadas. Repasamos las más importantes: ¡el cuarto cinturón de Ronda plantificado en 1966!; el nudo ferroviario del Llobregat previsto para 1991; la autovía entre Lleida y Tarragona (A-27) que es de 2003; el plan de mejora de Cercanías de 2009; el acceso viario y ferroviario al puerto de Barcelona de 2006; la estación de la Sagrera del 2009 y la vergüenza del desdoblamiento jamás acabado de la N-II entre Maçanet y La Jonquera, que es de 1996 y que debe ser el único tramo de carretera nacional en estas condiciones de todo el estado.
Unas carencias clamorosas que ahora podrían pactarse con el compromiso de un calendario concreto de realización y una comisión de seguimiento. Comisión que también podría abordar la segunda gran cuestión que constituye un gran endémico que es el incumplimiento sistemático de la inversión presupuestada en los presupuestos del estado que tiene como destinatario a Cataluña. Desde principios de siglo nunca, excepto en 2008, 2009, 2010, la ejecución se ha acercado al cumplimiento del 100%. Más aún, desde 2011 el cumplimiento de los presupuestos es pírrico. A más independentismo, menos ejecución, y ahí no pasa nada. Por ejemplo, en 2021 estaba prevista una inversión que significaba el 16,5% del total regionalizado español. Era una buena cifra, pero sólo se cumplió el 8%, es decir, la mitad. Y esto ocurre también en los años precedentes del 2012 al 2018 con el agravante de que además la inversión absoluta cae como nunca en este siglo. Se mueve entre 1.000 y 1.300 millones, pero ni así la eficacia en la inversión se mejora.
¿Qué ha pactado de todo esto ERC con todo el drama impostado de hacerlo en el último segundo? Pues un pacto no ya de mínimos, sino de bajo cero. Sólo ha sacado en claro el compromiso por parte del gobierno de pactar con ella la ley de los medios audiovisuales. Éste es el acuerdo que pactarán más adelante la ley, que significa cuando los presupuestos estén aprobados y el gobierno tenga la sartén por el mango.
ERC aduce que ha logrado unos compromisos importantes. Vemos cuáles son. Uno es que se fomentarán los audiovisuales en catalán, sin más detalles y sin aprovechar el presupuesto para establecer un compromiso económico, que en definitiva de eso se trataría. El segundo compromiso es alucinante, y señala claramente cuál es el tejado independentista de ERC. Consiste en el compromiso por parte del gobierno de que se respetarán las competencias del Consejo del Audiovisual de Cataluña. Ahora ya se dedican a pactar que no nos detraerán competencias, ¡fastuoso! También acordaron que todas las televisiones autonómicas tendrán un nuevo sistema de financiación, sin concretar cuáles. Y una vez más la respuesta es el “café para todos”. Más autonomismo tipo PSOE imposible. Por último, el partido que hace bandera del independentismo en Catalunya pacta que TV3 y TVE harán coproducciones.
Con todo ese bagaje, lo que es un misterio es el por qué los independentistas votan a ERC, o por qué ERC sostiene que es un partido que quiere la independencia.