La cena de gala de la inauguración MWC de este año fue como las de los mejores tiempos, desde el rey hasta la alcaldesa de Barcelona, pasando por el presidente del gobierno español y el de la Generalitat. Todos estaban presentes y todos hicieron discursos, como es lógico cortados por el mismo patrón de elogiar la iniciativa y el empuje. Era como un cena de familias venidas a menos, porque la realidad es que el Mobile de este año poco tiene que ver con sus predecesores y es más bien un gesto de resistencia que un congreso de las dimensiones que su título anuncia.
Se esperan, y eso lo dice la misma organización, sólo 35.000 visitantes, pero por sus características no se trata sólo de una reducción cuantitativa de los visitantes habituales, tres veces superior, sino sobre todo cualitativa, porque en esta ocasión más que una afluencia mundial lo que hay es un «la comarca nos visita». Empezando por el precio de la entrada que ha experimentado una rebaja radical hasta sólo 20 euros y además con grandes facilidades para las empresas participantes para disponer de invitaciones gratuitas prácticamente sin límite.
Esta falta de profesionales de empresas mundiales tiene traducción en la gasto que se hará en Barcelona, que tendrá una escasa significación precisamente porque el público será básicamente local y del entorno. Las reservas hoteleras dan una idea clara de por dónde irán las cosas. A pesar de que sólo el 40% de las plazas hoteleras de la ciudad están abiertas, el Mobile ocupará una pequeña fracción de esta reducida oferta. El gremio de hoteleros calcula que, por ejemplo, en los hoteles de lujo, los más demandados en las anteriores ediciones, sólo entre un 10 y un 20% de las plazas ocupadas durante estos días corresponderán al Congreso de la telefonía móvil. En general, el empleo como mucho llegará al 40% de las plazas abiertas. En definitiva, y como se apuntaba, muy poca cosa, que se traduce en el hecho de que las tarifas hoteleras en lugar de multiplicar los precios, como sucedía en el pasado, lo han reducido a la mitad.
De hecho, no ha habido bloqueo de habitaciones por parte de la organización del congreso como ocurría en las otras ediciones, por falta de asistentes confirmados, y la reserva de lugar desde la empresa que lo gestiona fue retirada hace un mes porque no tenían previsiones concretas suficientes para generar una demanda de cara a los hoteles. Naturalmente, todo ello repercute en los otros sectores que registraban un impacto más positivo: el de la restauración, que también percibe muy poco movimiento, y el de los taxis y coches de alquiler.
El MWC de este año no tiene nada que ver con lo que era. Quizás volverá, pero de momento no lo es.
Este hecho coincide en el tiempo con una pésima información publicada este lunes 28 en La Vanguardia en el sentido de que, de acuerdo con los datos para el conjunto de Europa, España ha retrocedido posiciones en estos dos últimos años en materia de innovación tecnológica. Y dentro de España, Cataluña también ha visto aumentar la distancia que la separa del País Vasco y de Madrid. No es una buena noticia para una ciudad que presume de ser una capital tecnológica con empresas emergentes en este sector. Las empresas seguro que están, pero la visualización económica de su capacidad innovadora en el tejido catalán, al menos por ahora, no se hace sentir.