La semana pasada y en la sede del Ateneo de Barcelona se presentó una nueva asociación -que no partido, como ellos mismos remarcaron- de jóvenes catalanistas. Ha sido un hecho nuevo y sorprendente que un número importante de juventud, en tiempos de partitocracia y demagogias varias, reivindique con madurez de forma y contenido, el catalanismo y una concepción de la política basada en la centralidad, y dirigida a superar el fraccionamiento entre pequeñas formaciones políticas que tienden a reproducir tics del pasado.
Estos jóvenes quieren estimular la unidad de las fuerzas del catalanismo, como promueve Converses a Catalunya. Pero más allá de esta necesaria condición, quisiera efectuar algunas reflexiones.
El nuevo catalanismo no es una expresión vacía de contenido, sino que ha de expresar una realidad tangible: asumir la tradición del catalanismo, y en un sentido más amplio, de la transición española y la construcción europea, que tiene en «los 30 gloriosos» una referencia ineludible. No como una limitación, sino como un patrimonio que debe ser transmitido para encontrar en él las equivalencias y proyecciones que responden a la realidad actual y los graves retos de futuro de una sociedad dañada por las crisis acumuladas, que no encuentran solución; simplemente, la última desplaza mediáticamente la anterior, pero todas siguen activamente destructoras.
Fijémonos bien en las últimas aportaciones de grandes planes y programas aparecidos en la Cataluña y la España oficial. Catalunya 2022, Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, Plan de Garantía Juvenil Plus, plan de choque contra el paro, etc.
Todos son magníficos, utilizan toda la nomenclatura más actual y nueva, señalan hitos del mayor interés, pero presentan dos graves inconvenientes que demuestran que la ignorancia del pasado pasa factura. Uno es que hay muchos planes, pero falta planificación, y si hubieran mirado el pasado, la tradición de los planes, aquí y sobre todo en Francia, habrían visto cuáles son las exigencias de este poderoso instrumento de las políticas públicas. Los planes sin planificación: oficina del plan, previsiones cuantitativas, términos de ejecución, agentes ejecutores, objetivos, desempeños, control, etc. recuerdan demasiado a los planes pastorales, recopilaciones de buenas intenciones, que todo el mundo celebra y que no se realizan porque no hay camino claro: la planificación. Ésta conlleva, y aquí la cuestión es determinante, la concertación con el sector privado, con compromisos que son vinculantes para las administraciones públicas y indicativos para el sector privado. Pero, en todos los planes, ¿cuáles son los compromisos del sector público?. Silencio. Una vez más este es el problema de nuestra política, la imagen, el marketing por encima del compromiso real.
El nuevo catalanismo debería romper con este tipo de comportamiento generalizado y transformar el marketing del oportunismo político en servicio y compromiso real.
Todos los planes de futuro, por señalar cómo ignora el pasado de las crisis acumuladas, es la más absoluta ignorancia de la familia y la natalidad, a pesar de ser la base de todo, y sabemos además que está dañada. Ambas realidades son transversales y afectan a todo, desde el estado de bienestar a la productividad, pero son ignorados.
Una segunda cuestión es que el nuevo proyecto político tiene que venir acompañado de una alternativa cultural. No se trata ahora de tratarlo con detalle pero si de formular algunas concreciones para que no quede en un abstracto universal sin significado práctico.
La alternativa cultural y su caracterización puede tomar en consideración aspectos como:
- Han iniciado una guerra cultural.
- Nos quieren imponer un sentido sectario de la historia, alimentado de la guerra civil.
- Actúan para imponer una nueva mentalidad moral en el estado; escuela incluida.
- Reducen los derechos de los padres.
- Diseñan nuevos y arbitrarios derechos que limitan derechos humanos universales y constitucionales, y carecen de la correlación con los deberes.
- Imponen desde la política una nueva antropología contraria a los fundamentos culturales de nuestra sociedad y área de civilización.
- Manipulan para presentar la excepción y lo que es marginal, como general y central, y legislan desde aquella perspectiva para el conjunto de la sociedad, desquiciando instituciones, significados y valores que forman parte del derecho natural y consuetudinario.
- Atacan sistemáticamente a la cultura cristiana y confunden la laicidad del estado en relación a las denominaciones religiosas con el ateísmo estatal, la cancelación de cualquier idea de Dios en la vida pública.
- Imponen como ideología de Estado la perspectiva de género, como feminismo y como identidades LGBTIQ.
- El resultado es la restricción de la libertad intelectual y de una sociedad que funciona sobre la base de múltiples identidades antagónicas, y una peligrosa transformación del estado de derechos en un estado de leyes.
La respuesta positiva a esta agresión y colonización cultural configura la alternativa. Sin alternativa cultural, la centralidad catalanista siempre será colonizada políticamente por la izquierda, por la progrecràcia.
La tercera consideración se refiere al programa: lo que debe unir no son etiquetas del pasado, sino el programa. Y si el primer reto electoral es Barcelona, hay que establecer un programa sólido que comienza ineludiblemente por la pesada y necesaria labor de revisar de arriba abajo los presupuestos Colau-Collboni en sus grandes conceptos, y componerlos de nuevo de acuerdo con los grandes criterios e iniciativas que marcan el cambio. Si no se hace así, se hará como en la vieja política.