Según la autoridad de regulación de los mercados financieros de Reino Unido, 4 de cada 10 jóvenes no entienden los riesgos que implican las inversiones que prometen elevados rendimientos.
La epidemia del coronavirus ha resultado un boom de las inversiones en bolsa de particulares. Estos inversores novatos invierten frecuentemente porque no han podido gastar el dinero que habitualmente dedican a actividades interrumpidas por las restricciones debidas a la epidemia. También hay quién lo hace por puro aburrimiento en casa, o incluso por desesperación.
En cualquier caso, la pandemia ha supuesto una reducción drástica de la oferta laboral. Además, los precios de la vivienda son para muchos, sobretodo los jóvenes, inasumibles. Jugar a largo plazo no tiene sentido para ellos. Es efectivamente más difícil que nunca iniciar un proyecto profesional o familiar.
Por otro lado, los mercados financieros están en máximos históricos, y muchas barreras que impedían invertir a los pequeños inversores han saltado en la era de internet y de la apps.
Todos estos factores han hecho que el número de inversores en bolsa particulares haya crecido un 15% en un país como el Reino Unido.
Lo que más preocupa de este fenómeno es que los nuevos inversores son en su mayoría novatos atraídos por las inversiones de mayor riesgo, según las autoridades financieras inglesas.
Estos inversores están inspirados por una nueva generación de brokers que han hecho fortuna a través de internet. Éstos se sirven de las redes sociales para llamar la atención y promover su particular estilo de invertir, que se convierte en muchos casos en una actividad cotidiana.
Se trata de un fenómeno que en los países anglosajones se define ya como la “gamificación de las finanzas” (del inglés game, juego).
Los beneficios, y sobre todo, los peligros de esta forma de invertir se pusieron de manifiesto con el caso de GameStop hace unos meses.
Las acciones de esta cadena de tiendas de videojuegos estadounidense subieron vertiginosamente durante un corto espacio de tiempo, cosa que permitió a los pocos que habían comprado los primeros venderlas a un precio escandalosamente superior.
Pero para muchos otros supuso una ruinosa inversión cuando la burbuja pinchó y el precio se deshinchó todavía más deprisa de cómo había subido.
Las autoridades regulativas financieras están preocupadas por los efectos nocivos que conlleva este nuevo modelo de inversión para gente sin los conocimientos (ni la estabilidad financiera personal) necesarios.
En efecto, invertir nunca había costado tan poco. Un smartphone con conexión a internet y una cuenta corriente bastan.
Además, nunca había habido tanta presión ambiental: las principales plataformas de internet, como Google, Youtube o Facebook están plagadas de anuncios que incitan a invertir, y lo presentan como la mejor forma de ganar dinero fácil. En muchos casos, esta publicidad es fraudulenta o conlleva elevados riesgos.