Se anunció con bombo y platillo que se iniciaba la vacunación de los mayores de 90 años en función del escalado de la edad y también por el tipo de patologías que presentaran, dado que éstas afectan a la gravedad mortal del contagio.
A pesar de este anuncio, el hecho es que personas de 94 y más años siguen sin estar vacunadas ni tener ninguna confirmación de cuándo lo harán. No es una buena señal porque este grupo de población es reducido (92.343 personas de más de 90 años), de media corresponden a 220 personas por CAP. Que a pesar de esta escasa cuantía a estas alturas las personas afectadas no dispongan de una fecha de vacunación, no digamos ya que estén vacunadas, significa que el sistema está funcionando muy mal y de manera improvisada.
Este hecho tiene consecuencias peligrosas y muy negativas para todos los mayores de 90 años, si contraen la enfermedad, pueden sufrir secuelas graves o morir. Por lo tanto se trata de una operación vital, y la falta de capacidad del departamento de Salud tiene consecuencias trágicas.
No se entiende como el mismo gobierno de la Generalitat quiera salvar la temporada turística en verano y al mismo tiempo mantenga unos ritmos de vacunación tan deficientes. Una cosa es la limitación en el número de vacunas, y otra es la deficiente planificación.
Hay una falta clara de compromiso del departamento de Salud con objetivos y cifras concretas y con los avisos correspondientes a la población. Es una forma como otra de intentar ocultar las disfunciones. En realidad, para que se pudiera llegar al verano en condiciones, Cataluña debería vacunar a un ritmo 400% veces superior al actual. Y si con un grupo tan pequeño, que se puede abordar en los CAPs, ya no funciona, ¿Cómo se puede confiar en que lo harán mejor con masas más importantes de población? Al ritmo actual, cuando se llegue a septiembre, sólo 1 de cada 5 catalanes habrá recibido las dos dosis que le dan la inmunidad completa.