La buena noticia es que el número de casos de coronavirus está decreciendo en Cataluña y en toda España, a pesar de que las UCI continúan bajo presión y el número de muertos es muy elevado. Pero se producen sobre una cierta insensibilidad colectiva, y sobre todo política, seguramente porque las muertes no llevan aparejadas nada espectacular, ninguna destrucción física, ningún estruendo.
Imaginemos un escenario en el que cada día mataran en Cataluña a 80, 60 personas. Cada día, día tras día. Estaríamos terriblemente preocupados, tendríamos miedo, viviríamos alarmados y sobre todo exigiríamos medidas más eficaces. Imaginemos que hay un conflicto y que cada día mueren, en un país de 7 millones y medio de habitantes, 80, 60 personas fruto de los atentados o los tiroteos. Veríamos esta situación como una gran desgracia.
Pero esta es la cifra de muertos diarios en Cataluña por coronavirus, y pese a haber unas elecciones, todos los partidos han pasado por encima sin hacer una especial cuestión. Es una ceguera muy grande y preocupante.
El ex ministro de Sanidad en el debate que se realizó ayer en TV3 expuso sus 5 puntos sobre esta materia y afirmó que seríamos salvados por la ciencia. Hombre, estaría bien que también fuéramos salvados por la prevención y control de la epidemia y que la tasa de mortalidad fuera más baja. Pero dejémoslo aquí. Lo que no mencionó es por qué en España y Cataluña ha habido tantas muertes, qué nos hace diferentes al resto de Europa en relación con el tamaño de nuestra población. En el caso catalán por ejemplo, encabezamos el ranking español de muertes en residencias por coronavirus. Terrible.
Y lo que tampoco mencionó es el giro que está haciendo entre los especialistas el fin que debe perseguir la vacunación, y que tampoco es fruto de consideración política ni debate público. Las crecientes mutaciones del virus y las dificultades que presentan algunas de las vacunas para afrontarlas, como la de AstraZeneca con la variante sudafricana, hace considerar a los especialistas que se aleja el objetivo de la inmunidad de grupo para frenar la epidemia, y que ahora la prioridad es proteger a los más vulnerables.
Pero en Cataluña, como en el resto de España, hemos entrado en el mes de febrero y aún debe iniciarse la vacunación de los mayores de 80 años y de las personas de riesgo, y no tiene fecha previsible el grupo más numeroso en el que la mortalidad castiga más, que son los mayores de 65 años. No sólo se está vacunando de manera lenta, sino que se está haciendo como si nada estuviera cambiando en esta peligrosa y continuada transformación del SARS-CoV-2. Y uno de los ejemplos que podemos encontrar en este sentido, es lo que está pasando en Olot, que a partir de la primera información, la noticia ha desaparecido de la primera página. La capital de la Garrotxa presenta un altísimo nivel de contagios y se estaba estudiando si podía ser la variante británica la causa. No se ha dicho nada más. Los ciudadanos tenemos derecho a ser informados cuidadosamente de la realidad de esta pandemia, que causa tantos muertos, que sólo el desastre de la Guerra Civil lo supera.
El gobierno exige mucho de la ciudadanía, incluso la ruina, pero la verdad es que nos da, no ya pocas certezas, que esto es evidente, sino también muy poca información de la realidad.
Además este domingo se producirán elecciones por decisión de la justicia. Parece que hay una opinión muy formada de que el riesgo de contagio no es suficientemente potente para aplazarlas. No discutiremos la cuestión, pero sí recordaremos un hecho evidente: el grave problema que ha vivido Portugal y que apenas ahora empieza a templarse tiene evidentemente su origen en el relajamiento durante las fiestas de Navidad, pero lo que no se puede olvidar por su duración e intensidad es que con posterioridad se produjeron unas elecciones a la presidencia de la República. Dejémoslo aquí.
Finalmente, continúa el goteo de casos publicados y de protestas de los ciudadanos por la irregularidad y agujeros de las medidas de prevención y los sistemas de control. Que, a estas alturas, la solución para los espacios cerrados, como bares y restaurantes sea la de dejarlos en el pacto de hambre, en lugar de introducir instrucciones y orientaciones para luchar contra los aerosoles en espacios cerrados, dice muy poco de una sociedad que se quiere científica y tecnológica, y de gobiernos, que, como hizo Illa, reclaman que la ciencia sea solución.
Se sigue manifestando que no hay un buen control sobre las personas que han contraído el coronavirus y su cuarentena, y que las medidas y restricciones a veces resultan incomprensibles. Por ejemplo, numerosos ciudadanos franceses continúan atravesando la frontera para ir a prostíbulos de este lado. Y la policía detecta una mínima parte de estos casos. ¿Cómo es posible? ¿La prostitución continúa funcionando en plena pandemia? Al mismo tiempo, los Mossos denunciaron a 6 peregrinos, 6, que habían salido del municipio de Tossa de Mar para hacer una caminata tradicional que se hace desde el siglo XV y que sale cada 20 de enero en procesión hacia Santa Coloma de Farners. Seis personas caminando, una tras otra porque llevaban a cabo una tradición cultural y religiosa, fueron sancionadas por los Mossos. Mientras tanto, los prostíbulos siguen funcionando sin ningún tipo de control ni garantía.
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