Ahora ya no se trata de una posibilidad, sino de una evidencia. La crisis económica de la Covid-19 se está convirtiendo en una crisis estructural. Y no sólo en lo que atañe al importante sector turístico y todo su entorno, la hostelería, el comercio de ropa, la cultura, sino que afecta de pleno a la industria.
El año pasado la producción industrial cayó un 9,1%. Es un golpe muy grande que se añade a una situación anterior nada positiva. Desde 2009 la producción industrial en términos de media anual y en porcentaje ha caído hasta el 2019. Por lo tanto en la última década, un 25,5% debido al comportamiento del período que va desde el primer año indicado hasta 2013. La recuperación posterior no ha servido para compensar la pérdida porque sólo ha sumado 10 puntos porcentuales positivos. Hemos entrado en el año Covid, por tanto, con una desindustrialización importante, a la que ahora se añade la producida en 2020 y que afecta sobre todo al sector del automóvil, que es uno de los motores de la industria española, la ropa y el calzado. De hecho la única rama que crece es la farmacéutica.
Resumiendo, en relación con el 2008 España, y un poco más Cataluña, han perdido 24,6 puntos, que es un descenso muy importante, constatamos así que dos motores básicos de la economía catalana y española, uno en el sector terciario, el turismo, y otro en el industrial, la automoción, están fuertemente tocados, sufren una fuerte crisis estructural que requeriría medidas específicas que no se producen y un ambiente favorable para su desarrollo.
En Cataluña, además, mientras tanto, Colau continúa desplegando su plan de decrecimiento económico basado en la liquidación de una tercera parte de los vehículos que circulan por la ciudad a través del proyecto urbanístico de las supermanzanas. Es una política fantástica para ayudar a salir del problema.