España tiene un problema crónico y muy grave en su tasa de natalidad. Es la más baja de Europa con 1,26 nacimientos por mujer sólo por encima de la de Malta, cuando el número que expresaría una situación de equilibrio es del 2,1. La distancia por lo tanto es astronómica. Nuestro vecino, Francia, que desarrolla enérgicas políticas a favor de natalidad ha conseguido situarla en el 1,84 , 13 décimas más que en 1995. También Alemania, que tenía un problema grave, lo ha atenuado sin todavía resolverlo pasando de una tasa de 1,25 -semejante a la actual española- a la de 1,57. Ahora con la crisis económica provocada por la Covidien-19 las previsiones vuelven a empeorar. Los datos señalan que en el 2020 los nacimientos se habrán reducido entre un 5,4% y 8%, a lo que hay que añadir la reducción de un 3,6% del 2019. Esto significaría que en dos años la natalidad habría caído un 10% y nos situaría en un escenario aún más crítico.
A pesar de este hecho, España también está a la cola en ayudas a la familia. Tan sólo tiene Grecia por detrás. Pero, si sólo se consideran las transferencias directas, es decir las ayudas que se dan por hijo, entonces España es la última con diferencia. Grecia paga más a las familias. La base de la compensación española es a través de los servicios, que representa un 0,72% del PIB de 2015. No es nada extraordinario a pesar de ser la primera aportación del sistema de ayudas español. Por ejemplo: Alemania aporta el 1,13% en este capítulo, Francia el 1,43% e Italia el 1,66%. Pero en transferencias de renta todos nos superan ampliamente debido al escaso 0,56% del PIB de España: Francia aporta el 1,51% del PIB, Alemania el 1,09% e Italia el 1,29%, e incluso Portugal es más generoso que España con un 0,74%. Por tanto, el descenso demográfico tiene un correlato en la baja preocupación de los gobiernos del estado y de las comunidades autónomas para revertirlo. Peor aún así, ni siquiera es un problema en la agenda política, como lo constatan los programas electorales para las elecciones en Cataluña.
Las perspectivas de futuro se agravan porque entre la gente menor de 45 años la idea de formar una familia es más bien remota, como lo señala la encuesta llevada a cabo por GAD3 para The family watch en el décimo barómetro de las familias, que ha encuestado a 605 hogares. De acuerdo con esta fuente, formar una familia no es una prioridad, el 83% consideran que las dificultades para hacerlo son mayores que en las generaciones anteriores. Y en orden a las preferencias sólo un 26,3% le otorga prioridad mientras que la mayoría se inclina para por profesionalmente (89%), ampliar sus estudios (62%) y viajar y conocer otras culturas (59%). Los que tienen hijos en un 72% no se inclinan por tener más.
En definitiva, la perspectiva es bastante desoladora si se considera que el principal capital de un país desarrollado es su propio capital humano.