El gobierno español ha anunciado que comienza la vacunación de la que disfrutarán 2,3 millones de personas hasta el mes de marzo, que más o menos es el primer grupo de los consignados, y cada semana se repartirán 350.000 dosis. Hay que recordar que para vacunar a esta cifra de personas hay el doble de dosis porque la vacuna necesita dos inyecciones para ser efectiva. Es decir, que la dotación semanal que llegará servirá para vacunar a 175.000 personas. Hasta aquí los datos dados por el gobierno sobre los que hay que hacer una reflexión.
De entrada hay que decir que el ritmo semanal apuntado, el número de vacunados seria algo inferior al dato gubernamental; 200.000 personas menos, pero esto es «peccata minuta«. Total una desviación de 1,2 millones al año no es problema para la administración española.
El mayor problema es otro: la población española de riesgo, la mayor de 65 años, representa más de 9 millones de personas. Al ritmo en que ha dicho el gobierno que se procederá se necesitaría un año entero para vacunarlos a todos. Es decir, si no se aumenta mucho el servicio que se hará en este primer trimestre, hasta enero de 2022 no estaría vacunada toda la población de riesgo. Por lo tanto, seguiríamos en una situación muy delicada, porque los efectos de la vacuna serían limitados. Pero es que, además, esta población de riesgo de más de 65 años significa poco más del 19% del total de la población. Si a esta cifra se le añade un aproximado 10% (como mucho, porque se producen duplicidades con los vacunados) de la población inmunizada de manera natural, tendríamos que, como mucho, el grado de inmunidad total de la población española y catalana en enero del 2022 sería sólo del 29%, muy lejos del nivel de inmunidad global que es necesario para conseguir que la Covid-19 se propague con mucha dificultad y que se sitúa en un mínimo del 60%.
Por lo tanto, con las cifras del gobierno la idea de que se salvaría el próximo verano es falsa. Ni siquiera en Navidad habría garantías suficiente de que las concentraciones de población, bares, restaurantes, espectáculos, grandes almacenes, no favorecieran la propagación de la enfermedad, porque la dimensión de la inmunidad sería insuficiente. Lo que sí tendríamos, y eso es positivo, sería una menor incidencia hospitalaria, porque la población que sufre las consecuencias más graves estaría a finales del año próximo vacunada. Hay que subrayar que estamos hablando sólo de los mayores de 65 años y, por tanto, toda la población más joven de esta edad llegaría al 2022 sin haber sido vacunada, con todo lo que esto puede significar para la salud de estas personas y para la actividad laboral.
En definitiva, o el gobierno español duplica su esfuerzo y capacidad de vacunar, o el año que comienza continuará generando enfermos graves, paro y pérdidas económicas. Hay que recordar que hasta ahora España ha sido el segundo país del mundo que ha fracasado en mayor medida en la primera y segunda ola, y ahora hay que ver cómo resuelve la tercera. Sería literalmente horrible que los cálculos que hemos expuesto sobre la vacunación se confirmaran.