El Dr. Argimon manifestó que, si pudieran, aplicarían medidas más restrictivas. Y que no lo hacen porque como somos un país pobre, relativamente (en realidad, menos rico), les impide adoptar restricciones más severas. Es sorprendente que después de tantos meses de pandemia nuestras autoridades sanitarias continúen centrándose, al menos a juzgar por el discurso que hacen, el peso de la lucha exclusivamente sobre los confinamientos y duras restricciones. Es evidente que debe haber limitaciones pero, al mismo tiempo, lo que hace falta es que nos expliquen por qué han sido y siguen siendo incapaces de detener la pandemia cuando ésta se empieza a reproducir una y otra vez.
A ver, sabemos que los restos del coronavirus desaparecieron de nuestras aguas fecales a finales de mayo y que volvieron a detectarse a finales de agosto. El intervalo de control absoluto fue más bien corto, pero sobre todo lo que nos dice esto es que disponemos de un sistema que anuncia con mucho tiempo la evolución de la pandemia. A partir de aquí y a partir de los modelos que combinan la movilidad con la transmisión (y no será por falta de capacidad informática que no podemos disponer de buenas previsiones de este tipo), se podría haber establecido un sistema que pudiera ejercer el control desde el inicio de esta segunda ola, pero resulta que no es así porque el sistema catalán presenta una serie de puntos débiles. Son estos:
- La dificultad extrema para detectar rápidamente los asintomáticos transmisores, así como los hípertransmisores.
- El retraso con que se han estado dando los resultados de las pruebas de contagio hechas, que ha significado que muchas de ellas no tuvieran capacidad operativa porque si te llega el positivo 5 días después del análisis, el daño ya está hecho.
- La carencia de un número suficiente de rastreadores y su poca preparación relacionada también con los protocolos que se utilizan. En realidad se ha confundido esta tarea con operar desde un call center como si se tratara de hacer encuestas o vender productos financieros por teléfono.
- Finalmente, la insuficiente capacidad para controlar las cuarentenas. La cadena prueba-positivo-identificación de los contactos-aviso a contactados para que se encierren durante 10 días, no sirve de casi nada si no hay un fuerte control sobre las personas afectadas para que efectivamente lo mantengan y lo hagan bien, y sin, cuestión muy importante, medidas económicas que permitan a las personas que necesitan desesperadamente trabajar no tener que salir de casa para hacerlo.
Todo esto no está resuelto. Hay un error de fondo en todo esto que carga el coste sobre la población y al mismo tiempo se revela escasamente eficaz para el control. Este error consiste en no contemplar los costes de oportunidad real y querer ahorrarse el chocolate del loro. ¿Cuánto cuesta un enfermo de Covid-19 ingresado en el hospital y en la UCI? Es una verdadera fortuna lo que todo esto representa, y si sólo se hubiera dedicado una pequeña parte de esta cifra a crear un sistema integrado de detección rápida, rastreo y control, hoy tendríamos muchos menos enfermos, muertos y una actividad económica más normalizada. Es necesario que haya una sacudida en las estructuras que gobiernan todo esto porque da la sensación de que, como dice el dicho, » cuando sólo se tiene un martillo todo parece un clavo «.