Hay cambios de fondo en la situación política catalana de una dimensión mayor. La cuestión es que no acabarán de percibirse en toda su entidad hasta después de las elecciones al Parlamento, se hagan cuando se hagan.
Para empezar, estrenamos un tripartito formado de manera insospechada, donde junto con ERC y el partido de Puigdemont, de nombre aún en discusión, aparece una consejera, sólo uno, el de Empresa y Conocimiento, Ángeles Chacón. Las opciones independentistas han pasado de momento a ser cuatro, dos radicales, la CUP y Puigdemont, y tres más o menos matizadas, ERC, PDeCAT y PNC. Asimismo, lo que fue la primera fuerza política, Cs, ha demostrado que era el sueño de una noche de verano, por lo tanto de corta duración. Ahora sus votos se deshacen en varias opciones, hacia el PP y VOX, hacia el PSC y sobre todo medio millón que se van a la abstención y que se sienten huérfanos de representación. Básicamente son antiguos votantes de CiU que se refugiaron en Cs.
El independentismo, por tanto, aparece más dividido que nunca y sin ser capaz de presentar un proyecto para el país en unos momentos cruciales, en los que además se hace patente la decadencia largamente forjada por circunstancias ajenas y por errores propios. Ahora se paga la consecuencia, entre otras cosas, del error de haber optado en la segunda mitad del siglo pasado por el turismo, en lugar de apostar más fuerte por el desarrollo industrial, como hicieron nuestros equivalentes en el norte de Italia. Por esta razón, Cataluña puede transformar esta lenta decadencia en una caída importante, histórica, y por ello necesita más que nunca un nuevo proyecto, pero que ni unos ni otros son capaces de poner sobre la mesa más allá de discursos huecos o grandes perdigonazos. Ahora necesitaríamos la cordura de un Prat de la Riba que no tenemos, o que al menos no se hace visible.
Todo ello, la pandemia, las crisis acumuladas, la fatiga del procés, distancia a la gente de la política. El resultado de todo ello será previsiblemente una disminución de la participación electoral en las elecciones catalanas. Lo más probable es que su afectación sea asimétrica y se haga sentir más entre el votante independentista que no ve salida a la situación, porque la oposición ha sido incapaz, a lo largo de todo este tiempo, de hacer un planteamiento compartido mínimamente coherente más allá de sus pugnas partidistas.
En este sentido, la responsabilidad del PSC es grande, porque al ser la principal fuerza en este ámbito, en lugar de apostar por hacer de eje, ha jugado a un tacticismo exacerbado para conseguir acceso al poder, presupuestos y puestos de trabajo, que parece que es su principal causa. Ha pactado con Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, y Collboni ha demostrado que es incapaz de canalizar una gestión tan negativa y partidista como la que hace la alcaldesa, a la vez ha pactado con el tercer presupuesto de Cataluña, es decir, la Diputación de Barcelona, con JxCat, el partido de Puigdemont, el más radical de todos, desbancando a ERC. Pero al mismo tiempo, en relación con Madrid pacta con ERC y si puede con Bildu, pero allí también festeja con Cs con quienes aquí les rechaza el pan y la sal, mientras se asegura también participar en el poder en el País Vasco renovando su pacto con el partido nacionalista. En definitiva, es lógico que muchas personas se pregunten qué votan cuando votan al PSC, porque según el momento y el lugar el resultado puede ser absolutamente contradictorio. Es difícil que una situación de este tipo aporte estabilidad a un país.
La rotura del PDeCAT con Puigdemont, si se acaba traduciendo en opciones electorales diferentes y no hace una alianza con el PNC, perjudicará notablemente las perspectivas electorales de estos últimos porque ambas opciones, muy similares, se disputarán una misma franja de voto que no es demasiado grande. Detrás del escenario, Artur Mas y su alargada mano se prepara para la hipótesis de recoger los desechos después de las próximas elecciones, que todo apunta a que desgraciadamente serán de transición en lugar de dar paso a un nuevo y vigoroso escenario político. Mas se presentaría como solución de haber sido la principal causa del problema, confiando en la debilidad de la memoria del país.
Y mientras, el catalanismo político no acaba de encontrar el arranque necesario para hacerse presente con fuerza y esperanza en el escenario político.
El resultado electoral puede ser francamente engañoso, porque la baja participación puede dar como resultado que el independentismo por primera vez saque una mayoría de votos, a pesar de obtener un resultado claramente más débil que en las elecciones precedentes.
Todo ello define un escenario políticamente inestable, desequilibrado, sobre un terreno económico y social fracturado y en crisis. Si nada cambia, las próximas elecciones poco resolverán, y la verdadera historia comenzará al día siguiente.
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«Las opciones independentistas han pasado de momento a ser cuatro, dos radicales, la CUP y Puigdemont, y tres más o menos matizadas, ERC, PDeCAT y PNC.» – Pues yo sumo cinco…