Ayer Sánchez, de la mano de su gurú particular Iván Rueda, organizó un nuevo evento que realmente merece reflexión, más allá del juego político de arrinconar al PP a un lado del tablero de juego, ocupando el gobierno de Sánchez la centralidad gracias al visto bueno de los representantes de las grandes empresas españolas o, para simplificar, el Ibex 35.
Si este hecho lo hubiera llevado a cabo un gobierno más o menos socialdemócrata de corte clásico también llamaría la atención, pero no tanto como cuando el evento se produce con la presencia de Unidas Podemos y Pablo Iglesias, que no hace tanto tiempo declaraba que había que tomar por asalto el cielo. Entonces, todo se transforma en más espectacular, y si a este hecho se le añade el elogio de muchas de las personas de la élite económica asistente, el hecho aún se hace más extraordinario.
Ana Botín, por ejemplo, la principal responsable del primer banco español, declaraba públicamente que el presidente había estado muy bien. Esta opinión, que no era extraña a muchos de los asistentes, si bien la asumían con mucha mayor discreción, debe llevarnos a preguntarnos qué dijo a lo largo de casi una hora de intervención el presidente Sánchez para ser merecedor de tantos elogios. La respuesta es que en términos de política de las cosas y de concreción económica, el discurso es absolutamente vacío. La máxima precisión que se puede extraer es que a largo plazo volveremos a crecer a un ritmo del 2%. Pero claro, el problema radica en qué se considera a largo plazo; ¿7, 10, 15 años? Desde el punto de vista político, se puede subrayar el énfasis, lógico, de la estabilidad del actual gobierno y el compromiso a terminar la presente legislatura. Todo lo demás fueron apelaciones de forma diferente a la unidad porque unidos lo haremos mejor, pero claro, es un abstracto universal. ¿Unidad en torno a qué? Hombre, ¡la recuperación! Claro, pero ¿cómo y cuál? Teniendo una audiencia económica tan privilegiada, habría sido lógico que el presidente aportara señales claras de las prioridades presupuestarias de un presupuesto que es inminente. Pero nada de esto se produjo. En realidad, lo que reclama Sánchez, y el Ibex 35 hace de coro de la tragedia griega, es la unidad en torno a su persona, no a un proyecto de país que no se ve por ningún lado.
También parece difícil cómo es posible combinar aquellos que piden una mayor presión fiscal, e impuestos especiales sobre las grandes fortunas, que son críticos con la élite económica, con compartir el pan y la sal con ella, y que salgan tan satisfechos, porque no se produce ningún tipo de exigencia. Como explica Branko Milanovic en Capitalismo, nada más, la actual dinámica capitalista hace crecer la desigualdad y una de las razones es, según él, la que explica Piketty en El capital en el siglo XXI, en tanto en cuanto la rentabilidad del capital crece más que el PIB y también por otro factor, que es singular del actual momento histórico: las personas que ostentan un capital importante ocupan los puestos más altos de la escala directiva. Son profesionales extraordinariamente bien pagados y se produce en este sentido una doble acumulación de sus ingresos, y en consecuencia de su riqueza. La rentabilidad del capital crece más que el PIB, y sus elevadas retribuciones crecen mucho más que la media de la retribución. Este hecho, según Milanovic, que recordemos que no es un outsider sino que fue durante años el economista principal del Departamento de Investigación del Banco Mundial, explica que además se producen dos otros factores. La tendencia creciente a que los hombres muy ricos se casen con mujeres muy ricas, y que transmitan sus ventajas a los hijos, no sólo mediante la herencia sino por medio de proporcionarles una enseñanza que cada vez más está limitado a personas de muchos ingresos. Todo ello acentúa el crecimiento de la desigualdad en el vértice en ese 0,1% del total de la población, al 1% o incluso al 10% del top de la pirámide ingresos. ¿Cómo compagina Podemos esta realidad con sus -teóricos- fines políticos? A no ser que el único objetivo real sea permanecer pegados al aparato del estado, generador de puestos de trabajo sin fin.
Esta buena relación entre gobierno y el Ibex 35 no es ni mucho menos negativa, pero dejada así sólo en los actuales términos, debería preocupar a la mayoría; a aquellos que no están dentro del 1%, porque cuando el poder por el poder -y este parece que es el camino del actual gobierno- pacta con el vértice del dinero en una situación tan crítica como la actual, el 99% de la población, y especialmente las clases medias, comenzando por la alta, acaba por pagar los platos rotos. No porque haya la mala intención de hacerlo, sino porque con una crisis de la magnitud de la actual, inexorablemente la vajilla se rompe y la ecuación, la política, radica en determinar cuáles son las piezas que se pueden romper con menor sufrimiento y con más ganancias para todos. En la reunión de ayer estos eran los altos ejecutivos del 1%, a no ser, claro, que la intención final de Sánchez e Iglesias sea llevarlos a todos al huerto, y de manera sucesiva.
El gobierno de Sánchez, el más progresista de Europa, recibe la bendición de la élite económica Share on X