El pasado 17 de junio, la Comisión Europea publicó un balance demográfico de los 27 países de la Unión. El documento pone énfasis en el envejecimiento y el declive demográfico en el que se encuentran abocados, prácticamente sin excepciones.
A pesar de la importancia crucial del tema que plantea, la obra de 30 páginas ha pasado totalmente desapercibida en España, que paradójicamente es uno de los países más afectados por la crisis.
En la UE, España se sitúa tan sólo por detrás de Malta en términos de baja fertilidad. Con 1,26 hijos por mujer contra 1,55 de media en Europa, nos encontramos particularmente lejos de los 2,1 necesarios según los demógrafos por una demografía sana.
A nivel europeo, 2019 fue el segundo año consecutivo en que la zona UE registró más muertes que nacimientos. Si bien la población total aumentó ligeramente, el incremento se debió exclusivamente al fenómeno inmigratorio.
La caída demográfica europea se inscribe en una tendencia que se inició ya en los años 70 del siglo pasado en Europa occidental, pero que las oleadas migratorias hacia países como Francia, Reino Unido y Alemania han camuflado. En Europa del este, que no atrae inmigrantes, el fenómeno apareció sin atenuantes a finales de los años 80.
El informe de la Comisión afirma que si la tendencia actual se mantiene, el número de europeos disminuirá a partir de 2030 y se situará el 2070 en 424 millones de personas. El equivalente a la pérdida del 5% de la población total actual.
¿Por qué el declive demográfico es tan preocupante?
1. A pesar de que un 5% pueda parecer poco relevante, si se tiene en cuenta el incremento de la esperanza de vida el descenso demográfico implicará la pérdida del 18% de la población activa. De entrada, esto implica un menor crecimiento económico. Tanto por la pérdida de población total como para la sobre-representación de las personas mayores en la población activa restante, en general menos productivas y menos tolerantes a los riesgos que las personas jóvenes, como diversos estudios han confirmado.
2. Otra cara de la misma moneda, Europa se debilitará política y económicamente ante los países dinámicos con una demografía fuerte. Según el informe de la UE, el 2070 tan sólo el 4% de la población mundial será europea, mientras que en 1960 los europeos representaban el 12%. Si bien los Estados Unidos también perderán población respecto al resto del mundo, se trata de un cambio mucho más débil.
3. Profundizando en el segundo punto, la debilidad demográfica dejará Europa dependiendo de las fuerzas vivas importadas de otros lugares. Como se ha visto repetidamente, integrar estos grupos y hacer que se sientan tanto europeos como los descendientes de autóctonos es extremadamente complicado . De momento se ha saldado con un fracaso aterrador en el país que ha acogido más inmigrantes extra-europeos, Francia. En términos económicos, la inmigración que recibe mayoritariamente Europa desde hace décadas no favorece ni los países de emigración ni los de acogida ya que se lleva los jóvenes más dinámicos en los primeros y genera empleo precario y de baja productividad en los segundos.
4. La caída demográfica tendrá un impacto devastador sobre las finanzas públicas: aumento del gasto en salud y atención a las personas mayores, y simultáneamente menos impuestos y cotizaciones a la seguridad social. España está actualmente viviendo el preludio de esta tragedia, que aparecerá con todo su peso hacia el 2030.
5. Por último, el hecho de que la población joven de los países del este de Europa esté emigrando masivamente hacia los países ricos del oeste para llenar agujeros vacíos, contribuye a aumentar las tensiones entre los estados de la UE . Se calcula que la inmigración este-oeste ha hecho que 18 millones de personas se fueran los antiguos países comunistas en los últimos 30 años, y que Rumania perdiera la mitad de sus médicos entre 2009 y 2015. En Polonia, la mitad de los estudiantes de medicina quieren actualmente marchar al extranjero después de graduarse en el país.
Las desconcertantes ideas de la Comisión para hacer frente al problema
No es exagerado afirmar que, por todas estas razones, la demografía será el reto más importante de la UE en el siglo XXI . Más aún que una transición ecológica que en Europa ya está bien encarada e interiorizada por la opinión pública y los agentes económicos.
Sorprende pues que el informe europeo no proponga ninguna pista para fomentar la natalidad, y se limite a anunciar la «necesidad de incorporar consideraciones demográficas en la política de la UE». Los autores del documento sí se muestran sensibles a limitar las disparidades demográficas entre regiones, pero más allá de eso, dejan caer dos ideas desconcertantes.
La primera tiene que ver con la transición hacia una economía «verde y digital». El texto parece indicar que la UE asume el discurso reduccionista de moda según el cual es urgente reducir la población para hacer frente al cambio climático. En este sentido, la pérdida de población europea sería una buena noticia. Nada más lejos de la realidad: incluso en el supuesto de una economía verde y digital se necesita una base sólida de gente joven que crea en el futuro de sus países.
Por otra parte, el texto hace referencia a la «complementariedad demográfica» de Europa con África, el continente con la tasa de fertilidad más importante del mundo. Una afirmación que podría hacer pensar en un nuevo incremento de la «importación» de mano de obra subsahariana. Aunque por otra parte la Comisión expresa acertadamente la importancia de reducir los efectos del cambio climático para minimizar el flujo de migrantes. Y es que nadie quiere dejar su país si en él tiene perspectivas de futuro.
En cualquier caso, y a pesar de la evidencia de la urgencia demográfica, la Comisión no se atreve a proclamar abiertamente la necesidad de impulsar la natalidad, la única solución posible al problema.
Esta carencia quizás se explique por el miedo a alinearse con los países de Europa del este como la Hungría de Viktor Orbán o la Polonia de Ley y Justicia, que apuestan abiertamente por fomentar la natalidad pero son regularmente tachadas de populistas por los países del oeste.
Habrá que esperar a ver cómo la Comisión deriva las observaciones del informe en propuestas de políticas concretas, pero de momento la base de trabajo no es demasiado sólida ni alentadora.