La vuelta, primero de los niños y después de la gente mayor, a la calle, aunque sea limitada, ha supuesto para muchos un momento de felicidad y expansión tras la prolongada cuarentena.
Resulta conmovedora esa sensación de libertad que ha supuesto la vuelta a una normalidad, aunque sea tan restrictiva, a la que hace ya más de dos meses ni siquiera prestábamos la menor atención.
Es tan sólo un detalle sobre el valor real que tienen las pequeñas cosas en la vida y en las que no solíamos dar la menor importancia, cuando en verdad la tienen.
Puede que cuando pase la pandemia hayamos aprendido a valorarlas más, sobre todo las que hacen referencia a las relaciones sociales, desde el simple saludo al vecino, al abrazo a los familiares, abuelos y amigos.