La adaptación al cambio y a la austeridad

Cuando nada cambia, cuando todo es siempre igual, parece que las rutinas se petrifican y nos encontramos cómodos en un marco donde todo es previsible.

Pero cuando se produce un cambio que modifica sustancialmente el entorno, entonces es necesario un análisis de la nueva situación, y generar estrategias de adaptación.

Algunos sin embargo, se empeñan en repescar lo que ya ha pasado, sin ver que esto es como alargar la agonía .

Readaptarse a la nueva situación, exigirá poner en marcha talentos y competencias, que seguramente tenemos y no ponemos en práctica. Debemos estar preparados para adaptarse a los cambios. Estos son continuos en la historia de la humanidad. La sociedad en la que vivían nuestros abuelos no era igual a la que vivían nuestros padres, ni la que vivíamos nosotros, a la que viven nuestros hijos o los nietos.

La evolución de formas y costumbres es permanente. Pero la velocidad de cambio es cada vez más rápido. La generación de los abuelos es la que tiene más dificultad para adaptarse a las nuevas situaciones y a las nuevas tecnologías , pero este sector que a menudo se considera como una carga social, resulta básico y necesario para el funcionamiento de muchas familias. Dificultades económicas, producidas por el paro de alguno de sus miembros, generan solidaridad intrafamiliar, de ayuda mutua para poder salir adelante, y es aquí donde los abuelos pueden ser una ayuda.

Esta situación, ciertamente incómoda, es especialmente educativa para las nuevas generaciones. Hay que explicar de forma comprensible, que está pasando y que hay que hacer. Es en estos momentos de crisis, es necesario recuperar el valor de la austeridad , como una manera de vivir liberada del deseo de poseer, y de exhibir las posesiones. Al mismo tiempo, activamos los sentimientos de altruismo, de donación, de ayuda mutua, de cooperación …

Así como el hiperconsumo, cierra la persona en su mundo de intereses y deseos, la austeridad abre a los demás vínculos afectivos para ayudarse mutuamente. En las situaciones de necesidad, hay que despertar dos virtudes. La humildad, para superar el amor propio para pedir ayuda, y la generosidad, para atender esta petición.

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