La cultura del descarte, que con tanta frecuencia denuncia el Papa Francisco, se está mostrando con toda su crueldad en las controversias éticas surgidas en todo el mundo a raíz de la pandemia global que padecemos.
Ponen los pelos de punta las noticias descarnadas que algunos protocolos establecidos para decidir sobre el acceso a los recursos escasos están basados sólo en la esperanza de vida.
Se llegaría así a descartar los ancianos o a las personas que no tuvieran más de dos años de esperanza de vida. La aplicación fría de este tipo de utilitarismo, pienso que es inhumana, propia de una sociedad descarnada.
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