Castells: El extraño caso del ministro de universidades

Sin duda, uno de los ministros más desconocidos del actual Gobierno, a pesar de ser uno de los que posee una mayor notoriedad previa al cargo sin proceder de la política, es el sociólogo Manuel Castells.

Su proyecto para las universidades, nos referimos al período anterior a la pandemia, es perfectamente desconocido y su mutismo ha sido casi absoluto. Después vino el cierre de las universidades, las dudas de cómo se recuperarán las clases y se producirán los exámenes, los criterios que según las universidades deben regir las pruebas de acceso a las mismas, y también cómo enfocar con este bagaje el nuevo curso, considerando que es muy probable una segunda oleada a finales de otoño, principios de invierno.

Es decir, no sabemos qué piensa hacer el ministro, ni cómo ha reaccionado ante la tremenda desorganización que el coronavirus ha provocado en el sistema universitario. Su mutismo es total, perfecto. Pero lo es como ministro, que es a lo que ahora se dedica y por lo cual percibe un importante salario.

Pero este silencio no rige como colaborador habitual de La Vanguardia de Barcelona, donde sigue escribiendo cada semana su artículo habitual, en el cual pontifica, porque este es su estilo, sobre todo lo divino y lo humano, y acostumbra a aportar respuestas para todo. Esto no es una crítica, todo lo contrario, porque enriquece el debate público.

Lo que sucede es que ahora su responsabilidad es como ministro y su discurso implica una responsabilidad colectiva, porque debido a su cargo, su posición no es solo a título personal, sino como miembro del colectivo solidario que es el Gobierno, del que forma parte y comparte responsabilidades. Es por ello por lo que resulta frívolo que, como hacía este pasado sábado 28 de marzo, se dedique a definir cuál debe ser el proyecto económico y financiero para cuando esta crisis amaine.

Literalmente ha escrito cosas de este tenor:

El financiamiento de la política expansiva más allá del obligado endeudamiento requerirá imaginación para crear una nueva arquitectura financiera y capacidad de gestión para operar una economía diferente que no caiga en la trampa secular de una austeridad de servicios esenciales

Pero también será el momento de ensayar modelos no consumistas qué conduzcan a la transición ecológica y cultural qué tanto se proclama pero que se practica aun tímidamente

A largo plazo es necesario el aumento de la carga fiscal en las grandes bolsas de acumulación de capital que hoy tributa poco o nada. Reinventar la fiscalidad quiere decir superar el enfoque de grabar sobre todo las personas o las empresas para centrarse en una regulación impositiva del mercado global de capitales que hoy día ha perdido gran parte de su función productiva.

Esta economía a más de ser sostenible habría de incluir un estado de bienestar desburocratizado y preparado para choques futuros…

¿Es esta la posición del Gobierno Sánchez? ¿qué piensan de todo ello las ministras de Economía y de Hacienda? Su propio partido, Unidas Podemos, en nombre del cual forma parte del Gobierno, ¿está de acuerdo en que no se suban los impuestos a personas y empresas y que las nuevas subidas se centren en los movimientos de capital? ¿Qué significa para el vicepresidente de Asuntos Sociales, Pablo Iglesias, la necesidad de desburocratizar el estado del bienestar?

Todo esto solo genera desconcierto. Es la primera vez que un ministro en ejercicio se dedica a escribir cada semana en un periódico, formulando opiniones que comprometen al conjunto del Gobierno, y que no se sabe en qué medida responden a un compromiso político, o son simplemente un ejercicio estético de brindis al sol.

Pero, lo peor de todo es que a pesar de que escribe con esta regularidad y abundancia, aún no ha dicho una sola palabra sobre la Universidad. Castells sabe cómo debe ser el sistema fiscal, el modelo productivo, el Estado del bienestar, pero parece que no tiene la más mínima composición de lugar de cómo debe ser la Universidad, ni como modelo futuro, ni ahora para las difíciles circunstancias que ahora atraviesa. Pontificar sobre aquello que no tiene responsabilidades y callar sobre lo que es su deber, llevar a la Universidad a buen puerto, es un pésimo ejercicio de responsabilidad política.

El ministro Castells aún no ha dicho una sola palabra sobre la Universidad Share on X

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