La identidad europea. Todavía un proceso en construcción

Decíamos en el post anterior que la «trinidad profana» de los valores europeos estaba formada por tres vértices -patriotismo, identidad y religión- y que los tres permitían dar a las personas un sentimiento de «pertenencia». Los tres reconfortan, abrazan y dan sentido a la vida.

También decíamos que la «la Santa Trinidad liberal» -derechos fundamentales, democracia y Estado de derecho- los había despreciado. Mientras todos los países de la UE comparten la trinidad de los valores liberales, también cada uno de ellos tiene una identidad o identidades propias que lo distingue.

La UE ha dado valor a la trilogía liberal, pero ha ignorado su contenido sustantivo formado por los tres vértices de la «trinidad profana» y, ya se sabe, cuando se niega la realidad, esta tiene la costumbre de «volver al galope», y a menudo sobre el lomo de ideologías nacionalpopulistas que pueden poner en peligro el proyecto de integración europeo.

¿Por qué es tan importante el vértice «identidad»? ¿Por qué es tan arriesgado por parte de la UE no darle el tratamiento que reclama?

La identidad es un sentimiento de pertenencia a una comunidad cultural que da sentido a lo que somos a través de nuestra relación con otros seres humanos integrantes de esta misma comunidad. ¿Existe una identidad europea?

Encuestas recientes indican que los ciudadanos de la UE declararon mayoritariamente un sentimiento de pertenencia hacia su ciudad o región (89 por ciento) y aún más hacia su país (93 por ciento), pero sólo un 56 por ciento declararon tenerlo respecto a la UE. No se puede negar, pues, que existe una cierta identidad europea, pero es débil, y se concentra principalmente entre las clases profesionales y los jóvenes.

La identidad europea todavía es un proceso en construcción, que tiene como protagonista la voluntad colectiva de una existencia en común y de instituciones que la representan a partir de los valores que forman la «Santa Trinidad liberal».

Fue la voluntad política de algunos políticos y tecnócratas ilustrados la que configuró inicialmente el proyecto europeo, superando los horrores de la guerra, pero se olvidó de explicarlo a la gente. Supusieron que los ciudadanos se darían cuenta de la conveniencia de ser europeos y consolidarían el proyecto. Se trataba de un proyecto up to bottom, elaborado de arriba a abajo.

Hoy nos encontramos que muchos ciudadanos rechazan lo que viene de arriba y no quieren saber nada de unas élites que han practicado durante demasiado tiempo un despotismo ilustrado. La construcción de una identidad europea explícita es absolutamente necesaria para profundizar la comunidad cultural y la identidad política. Para lograrlo, hay más integración política, y esto requiere una construcción de valores en el conjunto de la ciudadanía, debatida y participada por toda la ciudadanía, dentro de un debate centrado sobre los tres vértices de la «trinidad profana».

La identidad es el vértice más potente de la «trinidad profana». Según ha escrito el sociólogo norteamericano Francis Fukuyama en su último libro titulado precisamente Identity, la identidad o thymós «es la parte del alma humana que reivindica el reconocimiento de la dignidad, y las actuales democracias liberales no han sido capaces de resolver los problemas de la dignidad de la persona».

Es esta tercera parte del alma humana la que más fuertemente condiciona el comportamiento de los individuos y de los pueblos, porque la dignidad trasciende en el hombre las otras dos partes: el deseo y la racionalidad. La reivindicación de la dignidad colectiva es el motor y la motivación más importante del nacionalismo que se presenta como diferente del resto, especialmente si se encuentran razones objetivas para demostrar que el colectivo ha sido humillado y agredido. El thymós es el pilar del odio y del orgullo, que pasa por encima de la racionalidad porque tiene que ver con el ser en su sentido más esencial y profundo.

No basta con venerar la «Santa Trinidad liberal», hay que recuperar también la «trinidad profana» antes de que los nacionalpopulismos la secuestren definitivamente. Además, ¿por qué deberían ser específicamente europeos los tres vértices liberales? En realidad, se trata de valores universales, compartidos por países como Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda y la mayoría de los países latinoamericanos.

Las tendencias actuales de la defensa a ultranza de las naciones existentes y sus supuestos valores civilizadores indican la debilidad del proyecto europeo y la falta de comunidad a su alrededor. La UE debe aprender urgentemente la lección.

Recordemos, por último, como veía el historiador y filósofo búlgaro Tvetan Todorov el concepto de identidad europea:

«La identidad espiritual de Europa no conduce a borrar las culturas particulares ni las memorias locales; la identidad europea se basa en la renuncia a la violencia; la identidad europea consiste en adoptar una idéntica actitud ante la diversidad; la proximidad de los otros no sólo no es una amenaza, sino que se convierte en una fuente de beneficios; el pluralismo de los orígenes y la apertura a los demás son la marca de Europa; seamos fieles a nuestro mensaje fundacional según el cual Europa, hija del rey Agenor, era una inmigrante involuntaria proveniente de Fenicia »

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