Los seguidores de la serie The Crown conocen bien esta historia. En diciembre de 1952, durante cuatro días del gélido invierno, una espesa niebla cubrió la ciudad de Londres. No era la niebla habitual de la capital británica. En realidad, fue causada por la quema de carbón de baja calidad para combatir la ola de frío. El carbón “premium” había sido exportado para paliar los problemas económicos derivados de la posguerra. La inversión térmica provocó una acumulación de partículas contaminantes y un humo tóxico que acabó colapsando los hospitales y provocando en las semanas siguientes 12.000 muertos (según las cifras oficiales, probablemente fueron más). Lo que parecía un episodio más sin demasiada importancia, derivó en una de las peores catástrofes ambientales de la época. Además de los muertos y los miles de afectados, la niebla imposibilitó el tráfico rodado e incluso se suspendieron las funciones en los teatros londinenses ya que el humo invadió también los espacios cerrados.
El primer ministro, Winston Churchill, y su gobierno, reaccionaron tarde y mal, y a punto estuvo de costarle el cargo, aunque ya no repetiría en las siguientes elecciones, poniendo fin a una larga carrera política de casi 40 años. Era una crisis en toda regla y fue muy mal gestionada. También desde el punto de vista de la comunicación.
Estamos rodeados de crisis por todas partes, y no parece que la historia, con ejemplos como la Gran Niebla de 1952, haya servido para aprender la lección.
La explosión en el complejo petroquímico de Tarragona; el incendio del vertedero en el País Vasco con dos desaparecidos que aún nadie sabe dónde están; el colapso en los aeropuertos de las Islas Canarias debido a la fuerte calima; la contratación de una empresa para desprestigiar adversarios e incluso jugadores del club por parte del Barça; y, especialmente, la alarmante propagación del coronavirus con un brote inexplicable en Italia son ejemplos de graves crisis que no siempre están siendo bien gestionadas.
El lehendakari Urkullu tuvo que salir a pedir perdón por no haber actuado con celeridad desde el principio. El incendio aún no se ha sofocado, el ambiente en la zona es irrespirable y los dos trabajadores siguen probablemente sepultados bajo la basura. En el Barça es posible que se acaben adelantando las elecciones por el escándalo mencionado. Veremos qué ocurre en las Canarias. La empresa de Tarragona no había invertido lo suficiente en prevención de riesgos y había sido advertida y sancionada por ello. Pero lo más inquietante es lo que ocurre con el virus que nació en China y que parece que va a llegar en cualquier momento a nuestro país. La OMS ha reconocido que estamos ante un fenómeno que es difícil de controlar y que puede expandirse por todo el mundo si no lo saben frenar a tiempo. Nos falta información veraz de lo que realmente ha ocurrido en China. Y la pregunta que se hace mucha gente es si en España, (también en Catalunya), estamos preparados para combatirlo.
Cualquier gestión de crisis recomienda ante todo prevenir los riesgos antes de que ocurran. Hace días que nos tranquilizan afirmando que en España no ha habido ningún caso y que no hay peligro de contagio. Calmar la ansiedad es también un buen consejo en situaciones de crisis. Pero en el momento en que aparezca el primer caso, como ha ocurrido en Italia, ¿qué medidas tomará el Gobierno? Los virus no entienden de fronteras. Y a menudo los gobiernos no han aprendido nada de los errores del pasado.
La gran Niebla de Londres debería estar hoy más presente que nunca en las mentes y agendas de nuestros gobernantes. Si aún no la han visto, no se pierdan “The Crown”.