La suspensión del Mobile World Congress ha venido precedida de reiteradas declaraciones de Ada Colau, la Generalitat y el gobierno español de que había todas las garantías del mundo para celebrar el congreso en las mejores condiciones de seguridad posibles. A la vista de los hechos, hay que concluir que lo que dijeron no tuvo el más mínimo impacto sobre las grandes empresas que se fueron dando de baja de la participación y por último por parte de los organizadores GSMA del Mobile World Congress.
El impacto es muy grande. Sólo en lo que se refiere a las empresas de la PIMEC las pérdidas se han cifrado en 220 millones de euros, y la factura considerando el conjunto puede llegar a superar los 500 millones. No es poco. Además, existe el riesgo de que abre un impás sobre la idoneidad de Barcelona, porque si bien GSMA ha reiterado que los dos próximos congresos de 2021 y 2022 se mantienen, es evidente que se ha abierto una brecha por la que pueden entrar otras candidaturas, que quizás no tendrán efectividad a corto plazo, pero que sí pueden arrebatarle el Congreso cuando termine el actual compromiso en dos años.
En este sentido, no beneficia a la imagen de Barcelona el hecho de que en la actualidad se esté celebrando un importante congreso internacional en Ámsterdam, y se mantenga la convocatoria de otro en Suiza a primeros de marzo, pocos días después de finalizar el MWC, el 27 de febrero. No son pocas las instancias que se preguntan por qué, al menos de momento, Barcelona es el único gran evento internacional afectado por el coronavirus fuera de China.
Todo ello muestra también que la capacidad de convencimiento y de gestión del Ayuntamiento de Ada Colau, de la Generalitat de Torra y del gobierno de Sánchez no ha estado a la altura del problema. Todo parece indicar que el desarrollo de contactos y gestiones a altos niveles con los directivos y empresas que cortan el bacalao en el MWC han sido escasos y de poca relevancia, porque se han concentrado en lo que les resulta más fácil y que la política catalana y española les suele funcionar: declaraciones a la prensa y gestiones cómodas con el interlocutor más inmediato, en este caso el ejecutivo responsable del MWC, que no deja de ser un mandado de nivel, pero mandado. Era con las grandes tecnológicas con quien había que establecer la complicidad, y esto evidentemente no se podía hacer corriendo y a última hora.
En último término, lo que ha faltado es previsión en la gestión del riesgo porque, en el momento (y de eso ya hace semanas) en que el coronavirus se convirtió en un tema internacional, debería haberse desplegado la actuación preventiva.
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