Entre las muchas rupturas que el independentismo ha provocado hay la del catalanismo, que ha desvertebrado a la sociedad catalana. Hoy está dividida electoralmente entre aquellos catalanistas que no consideran que su afirmación sobre Cataluña debe comportar el trauma de la ruptura con España, y los partidarios de la independencia. Una buena parte de este último grupo observa con frustración, fatiga y desencanto que el camino elegido es todavía peor después de una década perdida y la incapacidad de gobernar que muestra la Generalitat. No renuncian al horizonte de sentido de la independencia, pero consideran que la prioridad es ejercer el autogobierno en el marco de la Constitución.
Es necesario recomponer la unidad política y electoral entre ambos catalanismos, porque existe una coincidencia de fondo por encima de cualquier otra división: ahora toca gobernar bien, recuperar el prestigio y la influencia perdida en España y Europa.
Hay muchos ciudadanos convencidos de que la vida es la profundización del autogobierno en el marco de la Constitución española y la Unión Europea, y que la continua brega sobre una república inexistente es un absurdo, una ficción que en nada ayuda a afrontar las necesidades y las crisis que vivimos. Solo ha generado unos profesionales de la independencia, que viven de prorrogar una situación que carece de toda racionalidad y futuro, porque vive al margen de la realidad. Tan al margen que, a pesar de controlar el gobierno desde hace años, han conducido la acción de la Generalitat y del Parlamento a unos niveles de incapacidad y destrucción que para los catalanes nunca había sucedido.
Basta consultar la última encuesta del CEO para constatar que no solo más del 60 por ciento de la población considera que la Generalitat no sabe cómo resolver los problemas (en realidad ni siquiera lo intenta, porque está ocupada en luchas fratricidas), sino que menos del dos por ciento considera que sí sabe cómo hacerlo. A pesar de ello, hay un núcleo irreductible: entre un 15 y un 20 por ciento valora sistemáticamente ante cada tema que la respuesta de la Generalitat merece un calificativo de 10. Sobre este conjunto con una visión tan sesgada de los hechos hay poco que hacer, pero, hacia el resto, la mayoría del independentismo, que lo abraza porque considera que es lo mejor para Cataluña, hay que contar, y trabajar sobre cómo debe construirse hoy Cataluña, a partir de ahora mismo sin más dilaciones, afrontando las necesidades y retos, y dando respuesta a los proyectos y las iniciativas de los catalanes.
Y esta respuesta solo la puede dar el catalanismo unido en una sola opción electoral, que agrupe tanto aquellos que proceden de la idea de la plenitud nacional como aquellos que reafirman su catalanidad viviendo, trabajando y participando de la realidad española.
Esto es posible sin renunciar a nada mediante una sola opción electoral basada en un programa común a 4 u 8 años, basada en la respuesta a todo lo que necesitamos a partir de las importantes capacidades de autogobierno, y el peso negociador de Cataluña en el actual contexto español. Con el añadido decisivo de que esto también significa recuperar el ser un solo pueblo, y recuperar el reconocimiento y dignidad de nuestras instituciones históricas de gobierno. Solo el catalanismo significa la capacidad de vivir bien el día a día entre nosotros a pesar de que políticamente pensemos distinto, porque todos coincidimos en el mismo objetivo de construir un país mejor, pero no para no se sabe cuándo, sino empezando a avanzar, paso a paso, piedra a piedra, desde ahora mismo.
Todo esto es posible si Units per Avançar, las personas procedentes del grupo de Poblet y su asociación Catalunya 2030, la Lliga y Lliures configuran una alternativa de gobierno en forma de opción electoral única. Y son apoyados por la sociedad catalana organizada en torno a la agrupación de independientes; aquellos que no desean formar parte de una militancia política, pero consideran necesario y urgente cambiar la actual situación.
Todo esto define las tres condiciones necesarias para el éxito.
La primera, la unión como una sola opción electoral en torno a un programa común de todas las fuerzas catalanistas.
Segunda, la presencia clara y nítida del catalanismo que ha pasado por la experiencia del campo independentista.
Tercera, que constituye la condición de suficiencia, la movilización y organización del electorado independiente. Aquel que, no deseando militar en un partido político, está dispuesto a contribuir a una nueva situación, basada en el escenario que promueve el catalanismo, y que hace eficaz su postura, a la vez de independencia personal y de apoyo, mediante el encuentro de los independientes.
El acto que se celebra el día 3 en el Círculo de Economía es el primer y decisivo paso en este sentido.